martes, 11 de diciembre de 2007

Día de hallacas

Desde pequeña asocié la temporada navideña con "hacer las hallacas". La costumbre de reunirse en familia para la elaboración de las bien llamadas multisápidas, empieza según recuerdo en casa de mi abuela . En aquellos tiempos se iniciaba el largo proceso con la matanza y desplume de las gallinas que inocentes estaban en el corral de la casa de mis abuelos maternos; el maíz se hervía cuidando que su grano quedase "a punto" o de lo contrario al molerlo (también en casa) no tendría el efecto deseado para la ulterior preparación de la masa. Mi abuela Carmen , cual Generala de la cocina, se sentaba en un mecedor a dar ordenes y comprobar que todo siguiera el ritmo previsto. Sucedía a menudo al constatar que no había guiso suficiente que se oía su voz usualmente dulce, que esta vez traía una sentencia de muerte : !Maten otra gallina¡


Había un orden para participar en su elaboración que los más pequeños sufríamos con rigor: Primero nos encomendaban sólo limpiar las hojas, después según las habilidades y el ir creciendo aumentaban las responsabilidades. Así pasábamos a extender la masa, llenar sin que se nos olvidara nada del arsenal de ingredientes que en pequeños envases estaban en la larga mesa de trabajo, y el climax total: doblar y amarrar. Llegado a ese punto estábamos graduados hasta el año próximo, cuando con seguridad se incorporarían miembros de la familia más pequeños a ese ritual decembrino.


Hoy en día, ya sin la presencia y guía de mi abuela y luego la de mamá, mi hermana y yo hemos tomado el bastón de mando y nos reunimos para conservar la tradición. Comenzamos por comprar los materiales juntas lista en mano, (de las elaboradas para años anteriores) , lo cual nos permite comparar precios y no olvidarnos de ningún ingrediente. Ya no hay que pasar por el trabajo del sacrificio de las aves y hace tiempo que la harina precocida nos solucionó el problema del maíz. Ahora sólo hay que luchar por encontrar ( debido a la escasez) todos los materiales y manos a la obra. Lo que si está presente hoy, al igual que ayer, son los mitos, supersticiones y ese mundo mágico en el cual nos sentimos cuando hacemos las hallacas: Sólo una mano mueve el guiso; a la masa que no le meta la mano sino una persona, amarrar bien para que no le entre agua y por supuesto el secreto que le pone el toque personal y le da el sabor familiar: Unas ralladuras de papelón y mucho amor, para así poder decir con orgullo :
!Las mías, esas sí son las mejores hallacas¡.