sábado, 6 de noviembre de 2010

MIERCOLES SANTO O EN BÚSQUEDA DE LA PERTENENCIA


El limonero del Señor

Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.
Andrés Eloy Blanco

MIERCOLES SANTO
O
EN BÚSQUEDA DE LA PERTENENCIA

Nacer y vivir en una ciudad no determina que pertenezcamos a ella. Se necesita mucho más, hay que experimentarla, recorrerla con el afán de hacerla nuestra. Conocer sus historias, sus creencias, tradiciones, formar parte de ellas.
Quien pretenda que su ciudad sea parte de él, y le pertenezca por completo, también debe saber acomodarse y circunscribirse de tal manera a ella, que pueda padecer sus carencias con el ánimo suficiente para hasta permitirse gozar con ellas. Hacer de sus enfermedades, motivo y razón para desear su perfección. Amarla aún con sus vicios soterrados envueltos en desidia o progreso.
La religión está íntimamente ligada a cada ciudad a través de sus monumentos, Iglesias, conmemoraciones, fiestas patronales e incluso sus ritos con tradición pagana. De igual manera las celebraciones de los días patrios dan un sello personal a cada ciudad y la distinguen aún dentro de un mismo país.
Para encontrar dentro del ámbito de nuestra Caracas un giro espiritual que nos lleve a experimentar una reflexión que nos marque y nos ate a ella íntimamente, hay que hacer ejercicios de misticismo, vestirse con la piel de un monje tibetano y apartar del entorno de nuestros ojos las miserias y violencias de cada día. No es fácil.
Prefiero recurrir a las catacumbas de mi memoria y rescatar de allí la experiencia vivida en los años de mi infancia en la Basílica de Santa Teresa, ubicada a escasas tres cuadras de lo que fue mi casa hogar durante los primeros once años de mi vida. No se trata de volver en busca del paraíso perdido, sino de conectarse con las huellas de ese algo que nos permita apartarnos del sonambulismo cotidiano.
La Basílica, con su doble fachada, una dedicada a Santa Ana y la otra a quien le da su nombre, alberga en su interior desde la época de la Caracas provinciana a la venerada imagen del Nazareno de San Pablo. El santuario representa una tradición unida a Caracas que aún hoy se repite con fervor.
En la última Semana Santa volví sobre los olvidados pasos y el Miércoles Santo fui partícipe, tal como me era obligatorio en aquellos años, a la renovación de fe que allí se celebra.
Un Nazareno que estrenaba ropaje de pana bordado en hilos de oro, lucía festivo por el brillo y color que le daban más de 5000 orquídeas colocadas en forma de arco a sus espaldas y como lecho amoroso a su figura de pino moreno.Su rostro, transido por el dolor de una corona de espinas y la pesada cruz que reposa en su hombro izquierdo, me renovó en su contemplación, esa fuerza espiritual pérdida durante los años que preferí remontar olas o viajar a otras ciudades que me ofrecieran el descanso del caos citadino.
Las luces del altar mayor, anfitrión que distinguía a su huésped de la capilla lateral durante el resto del año, no empañaban a las cientos de velas capaces de derretir la indiferencia de los devotos durante los 364 días restantes. Días en los cuales cada quien se vuelca en su mundo exterior de lucha y trabajo sin dejar espacio para oír la voz de la reflexión entrañable. Ese lugar dónde aun anida la fe y la creencia de que podemos y debemos ser mejores seres.
Pese a que es sólo una imagen, madera tallada por un artista que recibió el soplo divino en el momento de su creación,( debido a la perfección con la que está ejecutada); para los creyentes presentes simboliza la promesa de redención y expiación de los pecados. Su veneración conlleva el camino cierto para obtener favores y alcanzar perdón. Parece no importar qué hiciste antes o qué hagas después de estar allí. En ese momento la misericordia te baña y no te dejará caer. No hace falta sino el Cirineo de tu fe.
Ese rito litúrgico le da carácter propio a nuestra ciudad; marca un paréntesis que lleva al éxtasis al piadoso y lo aísla del dolor. Miles se visten con ropajes morados, caminan en procesión o llegan de rodillas con tal de vivir, aunque sea de lejos, la experiencia de ver la milagrosa talla y recibir el gozo de la renovación espiritual. Ello nos da licencia para perdonar el fanatismo ciego que confunde el rito, o el festejo con la carga de truco comercial en ese día especial.
La presencia de buhoneros con sus pacas de velas, inciensos foráneos, estampitas con oraciones entre las que se cuelan las dedicadas a María Lionza y al negro Miguel, no le restan la carga emotiva y simbólica que la procesión lleva tatuada durante más de 200 años.
Di una vuelta de tuerca a mi memoria y me vi con 7 años, vestida por única vez con el hábito morado, (un poco sin saber por qué), pagando la promesa hecha por mi madre al yo superar una doble pulmonía. Los milagros ocurren.
Hoy estoy aquí y con fe les doy mi testimonio y compromiso de que con esa vuelta a escarbar dentro de una tradición arraigada y (de la cual he formado parte), puedo concluir que Caracas sí me pertenece. Y yo pertenezco a ella. Ya no tengo por qué dudarlo.

lunes, 9 de agosto de 2010

Botero y yo


El tema de la belleza no se agota, cualquier consideración acerca de ella sólo abre los caminos al debate. Por otra parte la subjetividad de la belleza no necesita comprobación. Es una verdad que debemos aceptar, así como admitimos que la tierra gira sobre sí misma y alrededor del sol, sin que con esa conformidad debamos de explicar enseguida las razones de tal postulado.
Es así como el creador de un objeto artístico, sea pintura, escultura o cualquiera otra manifestación del arte ejerce su plena soberanía al crearla, sin esperar el cuestionamiento de los posibles admiradores o detractores de ella. El artista no espera convencer a nadie con su creación, le basta con la satisfacción de verla terminada, de saberse un creador, y sólo apuesta a que la misma sea al menos perdurable o trascendente.
El ser humano como destinatario de la obra creativa, está siempre sujeto a su condición subjetiva de considerar, según su criterio y apreciación, si algo es o no hermoso. Con ello busca confrontar la creación artística con lo qué ella expresa y cómo lo expresa. Un antagonismo sin razón, ya que el acto mismo de la creación enciende de por sí las luces para la comprensión del objeto creado, más allá de lo que los ojos del observador capten en la obra. Hay detrás de ella una esencia que es dada por el autor, su soplo creador.
Todas estas reflexiones y consideraciones formaban un torbellino un mi cabeza, pero al entrar al Museo Fernando Botero, ubicado en la ciudad de Bogotá, ellas tomaron un rumbo de placidez ante unas obras que rompían con lo que hasta no hace mucho parecía regir los cánones de lo que las formas de la figura humana podrían ser consideradas clásicas de la belleza.
Si bien es cierto que ya en la pintura renacentista las estilizadas vírgenes de Boticcelli, contrastaban con las figuras rellenas de Rubens, las alargadas formas de Modigliani, o las deformes y casi esqueléticas de El Greco; para la época moderna no se había presentado una obra tan extensa y variada que siguiera el patrón de la redondez como forma estética, en cualquiera que fuera el objeto pintado, dibujado o esculpido.
A la entrada del Museo nos recibe una enorme mano que ya deja claro que estamos ante un concepto de belleza que no admite comparación. En las sucesivas salas aparecen dibujados o esculpidos mujeres, hombres, caballos, gatos, otros animales, objetos. Todos ellos bajo el reino de la redondez, la exageración en la búsqueda de las curvas, una sinfonía cantada desde lo profundo con la severidad de un réquiem para todo lo que se asemeje a lo estilizado.
Al entrar a una de las salas mi complacencia se volvió gozo rayando en locura. Allí estaba ella, la versión particular y genial de Botero de la Maja desnuda, con su enorme vientre que exhibe sin pudor la grasa acumulada, sus senos que forman dos paréntesis, divididos por una línea, como si se hubiere trazado una enorme B acostada. La cadera sinuosa como una montaña que se negara a dejar emerger el sexo apenas insinuado, como una mancha al descuido. Las naranjas, muy redondas al lado de la maja. Ella recostada a lo ancho de la cama que luce un copete capitoneado, y con la media sonrisa que parece pensar en si las come o no.
La vista y apreciación de la genial obra rompió todos los paradigmas negativos que podía albergar contra la no belleza de la obesidad y la gordura. Mirar esas curvas desparramadas sin que se perdiera el sentido estético, me llevó a pensar que había una total independencia entre lo que para unos es bello y la obra creada. Nadie en su sano juicio podría negar que la panorámica de aquellas carnes expuestas en toda su inmensidad, no conformaran un regalo para el buen gusto, sin perjuicio de lo antípoda que puede significar cambiar el modelo de belleza ideal.
A la sensibilidad creadora de Botero se le concede además un valor agregado, por lo que significó trastocar unos valores que se creían universales, y darles un giro, para crear esto que luce revolucionario por lo nuevo, original y con sello propio.
En lo personal me hinché de orgullo. Ya no había que apelar a la frase manida y trillada de belleza interior para sentirme satisfecha con la figura propia, ahora tenía el aval visible y confiable de toda la obra admirada, respetada y trascendente de Fernando Botero.
Atrás quedaron las discípulas de Osmel, en su loca carrera por una corona comiendo sólo atún y lechuga. En menos de una hora, este colombiano universal me dio el pasaporte a la felicidad. Ya no es cuestión de resignarse a una situación, que si bien se puede cambiar, necesita del sacrificio y la constancia, que la temporalidad de la vida nos lleva a pensar a veces, que carece del mérito para emprender el nuevo rumbo.
Al salir de allí como quien abandona el templo en el cual ha expiado los pecados, una puerta de cristal me devolvió el reflejo de mi imagen y un solo pensamiento cruzó por mi mente: Gracias Botero.

lunes, 2 de agosto de 2010

Reflexiones en insomnio


Hacerme preguntas no resuelve mis problemas. Hay que encontrar respuestas.

Implorar benevolencia o compasión para las propias faltas, conlleva admitir las propias debilidades, sin que con ello obtengamos nuestro perdón interno.

La reflexión me impone que encontrar la culpa asentada únicamente en mis acciones, sólo me conducirá a proferirle latigazos a mi propia estima. Ello sería el camino seguro para abrazar la depresión.

No hay que dar más rodeos, el único hilo válido que hay que tejer es el que nos lleva a la superación interna.

El pleno conocimiento de nuestras flaquezas y fortalezas nos conducirá a entender con justicia y equilibrio para nosotros mismos, nuestras caídas y tropiezos.

Sentir que el pasado nos ata a la añoranza de los mejores tiempos, es no apostar por el presente que está en nuestra manos y al cual sí podemos cambiar.

Sin entrar en discusiones acerca de la débil línea que separa la temporalidad del pasado, presente y futuro; él ahora debe imponerse al momento de elaborar cualquier plan correctivo para trastocar situaciones adversas.

La fe y confianza en nosotros mismos, no es señal de presunción, sino de haber alcanzado la superación.

Oye tu yo interno con precaución cuando presientas está siendo complaciente con tus errores.

viernes, 23 de julio de 2010

Viaje al sur


Emprender un viaje el último día en que se disputaba la final del mundial de futbol y para complemento a la misma hora que eso estaba ocurriendo a miles de kilómetros del aeropuerto de Maiquetía, nos condenó a que el vuelo 5000 de Conviasa saliera con casi una hora de retraso. Al menos eso fue lo que pensamos los 170 pasajeros que esperábamos la hora de embarcar con destino a Buenos Aires el día 11 de julio de 2.010, viendo como se consumía parte del primer tiempo en el duelo entre España y Alemania.
Nuestra llegada a las 1 y 30 de la madrugada (hora argentina) del siguiente día al de nuestra salida, no nos había privado de conocer el resultado del esperado juego. El Capitán de la nave mediante mensajes periódicos nos fue enterando de cada gol y de cual había sido el resultado final.
Desde el año 2007 no me había reencontrado con el famoso Obelisco en plena Avenida 19 de julio, ahora con un clima promedio de 5 º C, lleno por una parte de manifestantes en contra de la Ley que en esos momentos se debatía en el Congreso y que prometía el matrimonio homosexual, y por la otra de quienes solicitaban las firmas de apoyo al mismo proyecto. En definitiva y después de un largo debate por tres días, que estuvo acompañado de la vigilia frente al Congreso Nacional de gays, lesbianas, transexuales y demás afines, lo que le daba a esos espacios un colorido inusitado, se aprobó la Ley 26618, consagrando la posibilidad de unión entre personas del mismo sexo.
En este viaje comprobamos que a pesar de las crisis económicas, la vida nocturna de Buenos Aires sigue llena de diferentes alternativas. Aprovechamos para disfrutar del teatro asistiendo a dos obras: Brujas, reestreno en Buenas Aires, después de haber cumplido con más de 20 temporadas en la ciudad de Mar de Plata, y con la particularidad de tener aún su elenco original, a excepción de la fallecida actriz Susana Campos y Agosto., con la magistral Norma Aleandro, en su caracterización de la matriarca y abuela de la familia disfuncional, quien por tres horas casi continuas, se luce con su potente actuación.
La amplia oferta gastronómica nos llevó entre otros sitios de yantar hasta Puerto Madero, dónde por recomendación del escritor Federico Vegas nos deleitamos con un bien preparado bifé en La Cabaña de las lilas, con un ambiente bien cuidado e inmejorable servicio conforme con la astronómica cuenta. Un deleite para el paladar y un latigazo para el bolsillo sin dólares oficiales. La Cabrera, con sus interminables listas de espera, compensadas después con la excelencia en sus carnes; Mafia, de ambiente y comida italiana con un exquisito vino Gran reserva de la finca La Linda; El Museo del Jamón, en plena 19 de julio, con ambiente español al igual que Plaza Mayor. En cada uno de ellos comprobamos que las raciones suelen ser enormes y que en ninguno cobran el obligatorio 10% agregado a la cuenta, como suele suceder en nuestro país. Una alternativa de darlo o no que queda en las manos del cliente satisfecho.
Los recorridos por Corrientes, la zona comercial de Córdoba, los centros comerciales de Galerías Pacífico, Paseo Alcorta, Solar de la Abadía, Alto Palermo, Abastos y Patio Bulbrich, no podían faltar en la visita, para regocijo de los ojos y mortificación en las billeteras. ¡Qué tristeza comprobar lo devaluada que está nuestra moneda¡
La ciudad no luce con grandes cambios. Se ven pocas construcciones nuevas o en proceso, pero luce aceptablemente bien mantenida. A pesar de la cantidad de paseantes con mascotas, el tráfico en las vías principales y la contaminación vehicular, o lo poco amable y jactancioso que en general se manifiesta el porteño, la ciudad se luce como un lugar para pasear, o deambular por las calles congestionadas. Es casi una obligación entrar a conversar en sus variadas confiterías o cafeterías, donde decenas de personas hacen suyas por horas las mesas de esos lugares, con el solo consumo de un café y el diario abierto a su lado.
Buenos Aires con su aire europeo, sus fachadas y edificaciones que reflejan las glorias pasadas de una economía alguna vez pujante y progresiva nos deja el ánimo abierto para explorar con confianza sus calles llenas de comercios sin la angustia de la posible amenaza en cada esquina. Hasta tarde en la noche la ciudad tiene vida propia y la casi certeza de encontrar un taxi en cualquier sitio nos impulsa a disfrutar la generosa oferta de espectáculos, shows, salones de baile, teatros. Múltiples librerías, salas de exposiciones, museos y galerías. Todo para el placer sibarita del cuerpo y el alma.
Una capital que no se agota en el recuerdo del máximo exponente del tango: Carlos Gardel; ni del café Tortoni con sus asiduos asistentes García Lorca o Alfonsina Storni; que va más allá de sus cinco líneas de subte, como le llaman al metro, con sus Barrios como el de Recoleta, una vez llenos de la genuina aristocracia y que hoy día se han democratizado al punto de que sus lujosos apartamentos hoy se alquilan a turistas por días o semanas con todo incluido. Con su feria los domingos en la Plaza san Telmo que atrae a curiosos, coleccionistas o fanáticos de las antigüedades u objetos raros.
Sin embargo como gran metrópoli con cerca de 3.058.000 habitantes, no escapa a la indigencia, al descuido en algunas zonas que presentan las aceras rotas o la basura que tarda en ser recolectada. Son males menores en una ciudad que se extiende más allá de lo que es la propia Buenos Aires, que llega hasta el Tigre, a 30 Km en el delta del Paraná o hasta San Isidro, al norte de la ciudad a 16 Km, a la orilla del río de la Plata.
Una ciudad que ofrece todo lo que nos encanta y por ello nos hace pensar en querer regresar. De seguro volveremos.

jueves, 8 de julio de 2010

La marea del olvido


La memoria se me antoja floja e imperfecta. Basta con que no recordemos unos detalles para que adornemos con banalidades o fantasía lo que hemos olvidado. Otras veces ponemos en nuestra memoria virtudes de las que carecen nuestros recuerdos y con ellos creamos irrealidades que se acercan más a un sueño de lo que quisiéramos hubiera sido lo vivido. La carencia de un recuerdo nos lleva a imaginarnos, con la dulzura de la compasión para nosotros mismos, que lo olvidado existió pero de una manera idealizada.
Desde hace cerca de siete años no había regresado a lo que fue mi sitio de trabajo durante una década. Para mí era habitual llegar desde de las nueve de la mañana y permanecer hasta bien entrada la tarde en los predios de Parque Central. Disponía de una ofician amplia en el edificio Mohedano con vista al patio interno que separan parte de las inmensas torres y todo lo que pudiera necesitar estaba a mi alcance. Para aquella época tenían allí su sede cerca de 10 bancos, oficina de correos, suficientes restaurantes como para disfrutar una oferta gastronómica que ya envidiaría cualquier boulevard o centro comercial. Servicios de farmacia, tiendas, peluquerías, panaderías, mercados, lavado de alfombras, tipografías, cines, librerías, tiendas de arte y el maravilloso Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber. Sentía que todo estaba cerca, sin el temor a la lluvia o a necesitar tomar algún medio de transporte para encontrar lo que buscaba.
El impacto que sufrí en este obligado paseo al caminar por sus pasillos no podía estar traicionando mi memoria. De todo lo que yo recordaba como grato, sólo quedaba la conciencia de que no podían ser ilusiones o producto de un olvido. Fue un reencuentro sombrío que me provocó nauseas. La desidia me golpeó con un sonoro latigazo, tal como lo haría un jinete en una final de carrera.
Volví la mirada para hacer un examen en mis recuerdos, me vestí con el traje de la incredulidad para encontrar en algún resquicio algo que se pareciera a lo que para mi todavía tenía el aura de un sitio placentero, dónde trabajé, disfruté, hice amigos y hasta encontré el amor. ¿Dónde estaba todo aquello que me daba ánimos para el trabajo diario? ¿Qué se hicieron los personajes habituales que le daban colorido y calor humano a los pasillos? La vendedora de helados siempre sonriente; el de loterías asegurándonos que la suerte estaba para quien la buscara. Ahora todos ausentes.
Un escenario vacío después de una función no se compara a la impresión que me dieron los locales cerrados, la falta de vida que se observa en esos espacios, antes pletóricos de gente, de negocios, de prosperidad. El monstruo arquitectónico por lo descomunal de sus torres, por la población que allí aun vive, por la que trabaja en las olvidadas oficinas públicas sin aire acondicionado, que convive con los restos de una torre que permanece erguida pero deshecha en sus entrañas, está herido de muerte. El coloso que sentía por todos sus poros vive ahora en una perpetua vigilia. No es mi memoria, que aunque cada día se dobla como un junco, la que ha idealizado un sitio y ahora vuelve y lo desdobla para hallar que la tela está corroída.
¿Cómo nos enfrentamos de nuevo a lo que alguna vez fue lo acostumbradamente grato?
¿Cómo evitar el dolor por lo que parece irremisiblemente perdido?
Muchas cosas regresan a nuestras vidas, experiencias, emociones, vivencias. Lo que nunca sabremos con exactitud es cómo volverán. La certeza de esa ignorancia no deja espacio sino para la melancolía.
Mis recuerdos cotidianos de Parque Central ya no me pertenecen, franquearon el terreno de lo inverosímil y ya forman parte de un pasado que me parece ajeno. Ahora hay en su lugar un interior vacio revestido de horror. Un viaje al desaliento en un tren sin paradas, donde lo inmediato fue huir y pasar página.
La razón me dicta que lo que para mí alguna vez fue lo habitual quedó condenado y enmudecido para siempre.

viernes, 2 de julio de 2010

Sala de espera


La contestadora deja oír su mensaje con un tono de voz con acento indefinible entre argentino y uruguayo: Nuestro horario de trabajo es de 9 a 12m y de 2 a 6 p.m.....No damos cita. Acérquense hasta el edificio...La voz continuó con las señas de la dirección y finalizó con un amable: Estamos para servirle.
Al llegar al sitio sobre la puerta colgaba un letrero que desafiaba cualquier temor a la inseguridad o delincuencia: Toque el timbre que será atendido.
La orden fue cumplida y la puerta se abrió dejando ver a una mujer treintona, de buen ver, quien vestía unos pantalones por debajo del ombligo que pedían a gritos auxilio para no sufrir el riesgo de caerse.
La sala de espera de menos de 15 m2, iluminada con luz artificial en plena restricción, tenía seis sillas alineadas frente a un televisor de 19” que invariablemente en estos días transmitía un partido de fútbol, ésta vez de Argentina contra Grecia. La única silla disponible hacia tiempo debía haber visitado a un tapicero, su relleno se salía por los bordes como lenguas de algodón que se burlaran de los presentes. En una pared un afiche de Botero mostraba una de sus reconocidas gordas, con un cigarrillo en una mano y en la otra recibía de una mano que salía de los bordes del cuadro un fajo de billetes. Ya aquello daba una mala espina, al igual que el otro afiche de una supuesta diosa hindú cuyos ojos estrábicos se debatían entre mirar al televisor o a un joven con el pelo ensortijado y lentes a lo Jhon Lennon, que al igual que los otros cuatro, esperaban con cierta ansiedad. No se sabía bien si a ser atendidos por la vidente o al resultado del partido que se celebraba en el otro confín del mundo. Dos puertas visibles desde la sala, permanecían cerradas y a través de una de ellas se oía una música de campanitas y voces en polifonía vocal que pretendían dar al ambiente un aire ficticio de meditación. Sobre la mesa de centro tres figuras dominaban la escena un Buda dorado y sonriente, una bandeja con pétalos de lo que alguna vez fueron rosas y un cartel que subrayaba por un lado No fumar, y por el otro la propaganda de un taller mecánico. En casi cuarenta y cinco minutos, (lo que duró el partido en su primer tiempo), nadie fue llamado a transitar por el pasillo que conducía al cuarto de consulta. Las revistas que en desorden estaban a un lado de la silla enferma, no eran sino ejemplares caducos de Estampas o Todo en domingo. Nada que leer.
Al fin salió por la retaguardia una mujer con uniforme ministerial que fue directo donde la treintona, colocó 50 Bs. en un bol de vidrio y con una media sonrisa le dijo Hasta pronto.
—Que pase el próximo anunció - sin ningún entusiasmo- la dueña de los pantalones equilibristas.
— ¿Cuánto tiempo falta para que me atiendan? — se oyó preguntar a una morena adolescente, pero ya embarazada.
—A este paso serán como dos horas, es que hoy no sabíamos que iba a venir tanta gente.
En vista de que la vidente no pudo prever ese detalle, la futura madre optó por retirarse y yo tras ella. Seguro estaría más interesante lo que me podría decir mientras bajáramos los ocho pisos sin ascensor, que lo que vería en la sala de espera.

sábado, 19 de junio de 2010

Los héroes que nos dejó La Herencia de la Tribu


El jueves 17 de junio fue la fecha señalada para el encuentro mensual del Grupo Visión. En esta oportunidad la invitada Ana Teresa Torres nos dejaría saber algo más de lo que con verdadero interés habíamos leído en su libro LA HERENCIA DE LA TRIBU – Del Mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana.
Cuando la amiga Nora Bustamante me solicitó hiciera la presentación del citado libro, lo primero que pensé fue que con la extensa obra de la autora compilada en más de trece libros publicados, sus merecidos premios tales como el Premio Municipal de Narrativa y Premio del Consejo Nacional de la Cultura, por su obra El exilio del tiempo; el Premio Mariano Picón Salas y el Premio Pegasus por Doña Inés contra el olvido, además del sitial que ocupa como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Lengua, y su reciente Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Católica Cecilio Acosta del Zulia, no iba a ser fácil comprimir en pocas líneas su hoja de vida. Además de ello sus colaboraciones en la prensa nacional y revistas especializadas nos dan cuenta del enorme caudal creativo que la autora prodiga, al igual que largas investigaciones que realiza para darnos en cada uno de sus obras esa visión particular del encuentro del individuo con su historia.
Respecto al libro que comentamos, se abrió con los asistentes un debate enriquecedor, matizado con la palabra certera de la autora. Así pudimos conocer que lo que la motivó a la escritura de LA HERENCIA DE LA TRIBU, fue la televisión. Ella como cualquiera de los venezolanos o residentes en este país, ha visto o más bien sufrido las largas cadenas presidenciales y al observar a través de ellas como el discurso del único interlocutor ha rescatado, avivado y cultivado el mito de la Independencia, pensó que había que llevarlo a la escritura y analizarlo. No es que Chávez lo hubiera inventado, sino que lo ha potenciado y hecho suyo. La gesta libertadora ha sido llevada a los sacrosantos altares y su héroe por antonomasia ha sido consagrado. Somos los hijos de la Patria, herederos de esas glorias y como tales debemos de cumplir con los sueños inconclusos del Padre.
Me permito copiar aquí la opinión autorizada del historiador Elías Pino Iturrieta quien dice que: (cito) ” En la herencia de la Tribu, Ana Teresa Torres no escribe un libro de historia, sino una reflexión cuyo fundamento se localiza en un soporte historiográfico que le permite llegar a conclusiones dignas de atención. Tampoco pretende la descripción de textos recientes de la sociología, la politología, la psicología social, la investigación artística y la crónica de coyuntura, pero recoge lo esencial de sus aportes para vincular lo que pudieron pensar los historiadores sobre el nacimiento de la república con los análisis sobre la actualidad que no han dejado de mover la opinión de un sector calificado de receptores”.
No hay duda de que los planteamientos de la autora, quien declara abiertamente que no es historiadora, ni sicóloga, ni socióloga, y tampoco politóloga, están plagados de reflexiones que amalgaman cada una de estas especialidades y que nos dan cuenta de una extensa labor de investigación y compromiso con la realidad que vive el país.
Al término de la reunión y a la pregunta de ¿Qué se quedó de ti en La historia de la Tribu?
Su respuesta luego de unos minutos de meditación, acompañada con un gesto que adiviné como de desaliento fue corta y lacónica, pero también determinante
—Mucho…mucho.
La nostalgia por todo lo que estamos perdiendo, la certeza de que recuperarnos de estos años de desidia plagados de un discurso político que cada día nos aleja y diferencia entre los unos y los otros; la verborrea que nos envuelve entre la ilusión y el engaño, todo ello hizo que el silencio se posara por momentos en cada uno de los asistentes.
Por fortuna y para completar el éxito de nuestra reunión, las atenciones de nuestra anfitriona Piedad Troconis y su delicioso chupe con el cual nos obsequió, nos reconfortaron y dieron ánimo para afrontar los días aciagos que todavía nos quedan. Los días por llegar cuando la tribu saque su casta guerrera y de nuevo rompa cadenas.
Gracias Ana Teresa por brindarnos tan excelente lectura y darnos el punto de inicio necesario para la reflexión.

Anillos de amor

Estamos rodeados de cosas que pueden ser utilitarias, de simple adorno, feas o hermosas. Objetos viejos, recién comprados, odiados, que nos dan satisfacción, que nos ayudan. Que se vuelven alegres, o nos entristecen. En fin cualquier adjetivo le puede ser agregado que de seguro se le adapta a alguno de ellos. Sin embargo muy pocas de las cosas de nuestro entorno o que llevamos con nosotros tienen implícitos una historia de amor o perduran en el tiempo ligados a hechos que los hacen memorables o imperecederos.
En Enero de 1939 Rodolfo, un maracucho y solterón empedernido,nacido con el siglo, sucumbió a la sonrisa fácil y la alegría contagiosa de Susana y le ofreció en prueba de lo que iba a ser su amor eterno: un anillo de compromiso. Fue hecho con oro proveniente de las minas de El Callao y a ella sólo se lo separaron de su anular, treinta y cinco años después, al momento de su muerte. Fiel a la promesa que le hiciera en la Iglesia de San Juan y que Rodolfo cumplió con verdadera devoción durante todos los años que la sobrevivió, quedó el compañero de ese anillo, luciendo su constancia anudado al recuerdo de la esposa ausente. En 1985 a la muerte de Rodolfo se reencontraron los aros en un estuche azul. Ya el tiempo y su continuado uso habían desvanecido las inscripciones internas de los apelativos cariñosos con el que solían llamarse mis padres y primitivos dueños: Susy y Rody, pero sabía que ese mismo tiempo no había podido borrar el legado de un amor que no conoció el olvido.
Ocasionalmente el estuche era abierto y la fantasía volaba en mi imaginación. Quizás los dos aros al estar juntos de nuevo recordaban las fatigas y los momentos de lucha. O por el contrario acunaban a alguno de los cinco hijos de la pareja. Tenerlos en las manos me hacía añorar la llegada de un amor que traspasara el límite del tiempo, que se prolongara por muchos años aunque la pareja se quedara fracturada por la muerte.
En 1990 llegó el momento de liberar a los aros de su encierro dentro del estuche azul. Esta vez las palabras amor y promesa fueron, no dichas como juramento en una Iglesia, sino escritas y firmadas ante los hombres. Han pasado casi 20 años y los aros aunque ahora tienen grabados sobre los desvanecidos nombres, dos nuevos: Ileana y Gustavo, aún me lucen como juncos plantados a la orilla de un río; cuyo caudal me trae el rumor de las palabras de amor que siempre escuché, limpias e inmensas, en boca de mis padres.

jueves, 17 de junio de 2010

LOS HEROES NO ANDAN SUELTOS


Viernes 4 de junio, 1 y 30 p.m. La amenaza de lluvia se había disipado y la humedad combinada con un suave calor invadían los espacios abiertos que rodean a la antigua Iglesia de La Santísima Trinidad, convertida por decreto del Presidente Guzmán Blanco en Panteón Nacional desde 1874, para albergar como en un santuario a héroes, próceres y los grandes de nuestra historia.
Un busto de Su Majestad Carlos III nos recuerda en un homenaje algo inusitado desde una de las tres plazas limítrofes, que fue el creador de la Capitanía General de Venezuela. Las raíces de nuestro pasado español en contraste con el orgullo de las glorias conquistadas por los insignes que descansan muy cerca.
Otra plaza más amplia, cual ágora arcaica, con sus gradas ahora vacías y decenas de astas sin banderas que ondeen, resguarda al cercano edificio de tres naves y una pequeña cúpula, pintado de un rosa muy pálido, con detalles en blanco gris.
Visto de frente nuestro Panteón dista mucho de ser monumental; sin embargo, el ánimo se inflama con el peso de la historia que allí se guarda. Es la certeza de que allí convertidos en polvo reposan 143 seres que de una u otra manera forjaron o construyeron nuestra historia. De de ellos sólo 54 eran civiles y para ser más específicos únicamente 3 mujeres.
Al encuentro de la amplia puerta, abierta a la promesa de inmortalidad, se asciende por 19 escalones de mármol gris, flanqueados por 4 pebeteros de mármol negro. Antes de entrar a la gran nave central ya se divisa al fondo el altar y monumento al huésped más ilustre: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, sobre quien se cierne el culto y veneración más omnipresente.
Para acceder a ese recinto casi sagrado basta con escribir el nombre y zona de procedencia en un gran libro que da cuenta, por el abultado número de visitantes, (más de 500 entre sábado y domingo) que los muertos y en este caso los héroes no se quedan solos y si tienen quien los visite.
Las pisadas no resuenan en las grandes losas de mármol pulido dispuestas en cuadros con formas geométricas y de varios colores; se vuelven cómplices del silencio de las figuras que adornan los 12 monumentos repartidos en simetría en cada una de las dos naves laterales. Se destacan dos al final de ellas como centinelas: A la derecha el cenotafio de Antonio José de Sucre y a la izquierda el grupo escultórico homenaje a Francisco de Miranda. En ambos los sarcófagos abiertos sólo guardan la esperanza de recuperar los restos de los próceres.
El Altar Mayor está iluminado por las 230 luces de la inmensa lámpara de cristal de Bacarat. La luz se expande por el techo cuadriculado en hojilla de oro y plata y lanza haces hasta la urna de bronce de más de 3500 Kg de peso dónde reposan los restos del llamado Padre de la Patria. La Justicia y la Libertad moldeadas en dos figuras fémeninas en mármol blanco nos representan los ideales del sueño inconcluso de Bolívar.
Las 17 pinturas adosadas al techo abovedado originales del pintor Tito Salas le dieron el pase para reposar él también en este sitio, al igual que en forma simbólica y harto discutida, lo hace el cacique Guaicaipuro.
El guía Jesús Barreto contó que se tejen historias sobre ruidos, pisadas y hasta alguna aparición, pero al contrario de lo planteado por Ana Teresa Torres en su libro “La historia de la Tribu “, de que “los héroes venezolanos no descansan en el Panteón Nacional, por el contrario andan sueltos. Saltan de sus lienzos y aterrizan en el asfalto, sortean los automóviles, se introducen en internet, protagonizan la prensa y la televisión”…..Los que aquí están, sea merecida o controversial su estadía en este recinto, acatan el horario restringido hasta las 4 pm para ser venerados o exhibirnos su grandeza; atrapados en la historia, con el sueño de los visionarios, convertidos en mitos.
A la salida a la derecha hay una tercera plaza, cercana al Edificio de la Biblioteca Nacional, presidida por el busto del poeta Omar Khayyan y dos niños juegan. El más grande persigue con insistencia en una batalla desigual al menor que viste camisa roja de preescolar, emulando quizás, a las tantas libradas por los próceres durmientes siglos atrás.

miércoles, 2 de junio de 2010

Gracias al chocolate ...o... la culpa es del chocolate




SIEMPRE SON LOS PLACERES LA CUNA DE LOS PESARES
CAMPOAMOR



Mis recuerdos más lejanos no me permiten fijar en el tiempo el precioso momento en el cual comencé a degustarlo y hacerme una fanática o viciosa de él. Cautive o repugne, el chocolate ya conquistó su lugar en la historia y para muchos de nosotros ese placer es suficiente. No obstante la curiosidad me obliga a preguntarme ¿Cuándo esa combinación de la semilla del cacao a la cual luego de ser procesada y de serle agregado canela, vainilla, y algunas otras especies me devino en un placer?.
Las cajas de chocolate, los bombones, o en forma de tabletas, todos aderezados con diferentes ingredientes como avellanas, nueces, granos de arroz, pasas, rellenos de licor, formaron el caleidoscopio de sabores que me acompañó desde mi infancia y que aún me sigue fiel como las mariposas a las luces o el niño a la pelota.
A mi cuerpo y a mi paladar tampoco le ha importado saber de su historia. Si el chocolate nació con una partida que data quizás de 1502 cuando el navegante Cristóbal Colón en su cuarto viaje a América pisó tierra en la isla Guanaja (Isla de Pinos en la actual Honduras), y a su vuelta a España lo ofreció a los Reyes Católicos, no tiene relevancia. Le basta con el deleite que le ocupa y que a veces hasta le corta la respiración y le lleva a trasladarse con autentico regocijo por una transitoria locura que se llama chocolate. La fiesta de la lujuria comienza al sólo verlo, y hacen que la razón y la cordura pierdan el acertado juicio Así de simple.
Que el mismo dios Quetzalcóatl en tiempos ancestrales haya dado a los hombres las primeras semillas de cacao, sólo viene a corroborar que es alimento y placer de dioses. Hay que rendirse ante su majestad y en verdad su consumo nos hace más vivaces, agudos, aguardando que la mezcla se derrita en las papilas y nos prodigue un suave cosquilleo.
La delectación nos acompaña desde el primer momento en que, al igual que en una caricia, comienza el viaje de los sentidos sin vergüenza ni recato. Cuando Hernán Cortes descubre México en 1519 y le fue ofrecido por la india Marina, (“la Malinche”) una taza de la bebida que llamaban Xocalatl, quedó maravillado y osó describirlo con estas palabras “cuando uno lo bebe puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse”. El conquistador había sido cautivado y llevaría el fruto del cacao a reinar en las cortes europeas.
El chocolate nos da el consuelo cuando hay días tenebrosos. Nos llena de alegría cuando proviene como un regalo del ser amado. No oponemos ninguna resistencia ante su prometido goce. Es débil el cuerpo y la prudencia huye. Se doblega el ánimo y cae en éxtasis como si anticipara un merecido orgasmo. No hay pasión sin entrega, aunque el discernimiento nos aconseja que si nos otorgamos a ella sin reparos, deberemos fijarnos un límite. No quiera que nuestro cuerpo resienta el abuso y seamos incapaces de encontrar el remedio.
Como todo vicio que nos hace su presa, no puedo rebelarme aún a sabiendas de que puede haber daños colaterales. Es como el cometa que alza vuelo hacia el infinito sin ver el riesgo que representa el entramado eléctrico.
Sin embargo temo a las consecuencias. El miedo está ligado al cuerpo vascular. La culpa acecha y el temor a los efectos aparece sigiloso como un fantasma. La débil creencia de que su diario consumo puede reducir riesgos cardíacos no está lo suficientemente comprobada. Hay un debate planteado y la experiencia nos persuade a no seguir las acciones cuando la multiplicación de un error nos puede llevar a la perdición.
El problema está en que las proscripciones por órdenes médicas no funcionan. Es sabido que el placer de lo prohibido o inalcanzable, lejos de ser una muralla que nos impida transgredirla se convierte en un acicate de la adicción.
Sé que peco al comerlo en exceso y al revelarlo ojalá que se me imponga una penitencia leve y vean en mi confidencia, no un tardío arrepentimiento sino una justa promesa de cambio.
En conclusión, revelemos en forma abierta la verdad. Yo me impuse decir parte del todo de lo que me causa placer y sin ser indiscreta, pienso que guardar silencio no es mejor que opinar sin estorbos de nuestras flaquezas. Quien es sabio y confiesa sus culpas se hace más propenso al perdón antes que a la condena.
No puedo sino dar las gracias al chocolate por los momentos de deleite en su compañía, pero a la vez y sin que por ello cometa la afrenta de difamarlo, tengo que decir con ardientes palabras que también tiene toda la culpa. Si confesar un vicio me deshonra, llevarlo en las caderas me absuelve. Me resigno a pensar que creo más fácil llevar el peso de mi desliz encima que vivir sin alcanzar la gloria de saborear el fruto del Theobroma cacao.

sábado, 22 de mayo de 2010

Valentina y sus 22 años


A VALENTINA

Me llegó el aroma de las rosas
sentí el vuelo de una estrella
y supe que habías llegado
Me lo decía mayo con
sus aires de primavera
calores de verano y cantos de turpiales

Crecida ya está la flor
Has vivido
desdoblando la seda de la infancia
que ahora se ha vuelto
ancha fortaleza pintada con luces de experiencia

Recuerdo cómo fuiste la niña de luna llena
y el tiempo entre ayer y hoy
se colmó de tu fragancia

Tu pelo siempre liso
viste con traje florecido tu sonrisa ancha
como follaje que deja entrar tu risa
Amanecer que apacigua el viento
para caber en el infinito de tus ojos
como panal abierto

Eres algo de mí que alegra soledades
Y se vuelve savia sanadora
Que tiene el color y transparencia del agua
moja mis sombras
le aparta la niebla
y sirve de escudo para mis cuitas.

Siempre presente mi nieta bella
vive tus sueños, no te detengas
que mi corazón aunque sea junco dolido
oirá tu celestial latido
y recogerá lirios por tu regreso

viernes, 30 de abril de 2010

Los felices diecisiete de Verushka


Tus recuerdos se miden
con la vara de diecisiete años
Guardas menos secretos
que una sola de mis jornadas
Caminas entre la ilusión y la inconformidad
Entre sueños prendidos de brumas
y desconocidas decepciones

El rostro hermoso
Los inquietos ojos desplegados como velas
en búsqueda de lo que la vida
aún te esconde

Tu alma no se ha fatigado, ni tu estrella se ha vuelto pálida
Fulgura esperanzada al encuentro de amores juveniles
juegos y placeres todavía ignotos

Mi niña de pelo rojo y sonrisa perfecta
¡Qué lejos me hallo de tu naciente primavera!
Ya siento dentro de mí los avatares
de un cielo yermo
y
la avalancha de la oscuridad
apenas insinuada

No hay tiempo para el pesar
Tu vendimia apenas comienza
Ya sé que pisas firme
Y el néctar del éxito te espera sonriente

Vive en la espera o el proyecto
Abre tus ojos y mira al horizonte
Planta árboles, dibuja soles
Coquetea frente al espejo
sueña con hijos, ama frenéticamente
y ¡ oh mi bella nieta¡
guarda mis versos para cuando yo
sólo esté en tu memoria.

sábado, 24 de abril de 2010

Palabras


Algunas de nuestras palabras
son fuertes, francas, amarillas,
otras redondas, lisas, de madera…
Detrás de todas queda el Atlántico.

Eugenio Montejo


Me gusta jugar con las palabras, hilvanarlas, que tomen vida propia. Que se impongan y me señalen el camino. Que sean cómplices de mis fantasías. Cuando las alíneo, una seguida de la otra, quiero que su magia se contagie, que lleven su propio ritmo, que tengan la cadencia necesaria para, al ser leídas u oídas, digan y expresen exactamente lo que significan. Que no produzcan confusión.
No es trabajo fácil. Hay palabras rebeldes, estas se sustraen de mis deseos y se vuelven odiosas, fuera de contexto. Son las palabras que se me escapan guiadas por los demonios de las emociones. Las que, alguna vez, dijimos o escribimos en momentos de rabia, de dolor, o después de sufrir una traición.
Hay también las palabras de “los otros”. Aquellos que desconocen lo sublime que puede entrañar una frase amable y buscan la lisonja o lo que es peor el insulto a través de la humillación, con frases que desmerecen. Muy diferente a la presencia de las palabras en las manos de un poeta, que nos enseña cuán inmensa puede ser la belleza que encierran, incluso aquellas que nos parecen insignificantes.
Las palabras marcan para quienes las dicen, bien en la expresión oral o en la escrita, quien es como persona, cual es su concepción del mundo. A quien veneran o bajo qué cobija esconden sus bajezas.
El lenguaje abre el entendimiento y nos ayuda no sólo en la expresión, sino en el conocimiento. Es la llave mágica que nos da la oportunidad de expresarnos con toda la gama de nuestros sentimientos. No recuerdo quien dijo “Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencio”, pero estaba en lo cierto.
Reconozco que me gustan algunas palabras, pero otras me llenan de temor, o las detesto. Estas últimas incluso no son palabras rebuscadas, algunas hasta del léxico cotidiano, pero las evito. Huyo de ellas con la cobardía de un desertor.
Le temo, entre cientos a injusticia, abnegación, amputar, cadáver, ceguera, envidia, limosna, cataclismo, calumnia, codicia, miseria.
Detesto; avaricia, desidia, cólera, brutalidad, infamia, aristócrata, equivocación, requisito, condiciones, frustración, prohibido.
Me gustan libertad, amistad, esperanza, ternura, inteligencia, solidaridad, aspiración, valentía, coraje, sinceridad, amante, eterno, acuerdo, paz, sentimiento, salud.
Pero por sobre todas existe la palabra que más me gusta, la que lo mueve todo, y nos lleva a hacer que lo imposible se vuelva posible, que nos embriaga y nos transforma, que nos conduce por las sendas del milagro, y esa no puede ser otra que AMOR, con mayúsculas, en cursiva , subrayada, y en negritas.
Me gusta que ella se califique con el adjetivo correcto, que se le ponga a su lado un sustantivo amplio, o que magnifiquemos su contenido. Que sea amor humano, divino, fraterno, a la Patria, a los ideales, al trabajo, a los valores.
Alguna vez quiero escribir con palabras que no tengan olvido
Que caminen solas
y sepan el camino.
Que sean livianas
y su peso me eleve al infinito.
Alguna vez, alguna vez,
borraré lo que he escrito y
dejaré que se perpetúe el silencio.

viernes, 23 de abril de 2010

Tarde luminosa



Las amenazas de lluvia, que preocuparon a las integrantes del grupo “Visión”, para la hora pautada para su reunión, se habían disipado y la tarde se volvió perfecta. Se llenó de palabras cobijadas en la amena lectura del libro de Ana María Velázquez Creí que me besarías antes de partir.
Son quince relatos en los cuales la voz de la autora se desgrana, se desliza con su lenguaje que no abandona lo poético, ni las imágenes que nos van llevando de la mano a recorrer paisajes, situaciones y personajes, como si en lugar de una pluma que escribe se tuviese una cámara de cine y se escudriñara en lo más recóndito del alma femenina. Las mujeres de los relatos susurran, interiorizan sus sentimientos y los sueltan al vuelo para explotarlos, pero no de manera agresiva, sino al igual que pompas de jabón.
En el libro con una especial estructura se encuentras relatos sobrecogedores y muy literarios como lo es “Macanao”, combinados con poemas, hojas de diario y aún uno muy especial dedicado a Frida Kahlo , que hace referencia a ese ser atormentado, que vivía su propia tragedia y que como personaje mítico no encontraba la redención sino a través del arte plástico. En otros se habla sobre todo de la ausencia o pérdida del amor. Del desgano al terminar una relación, pero que deja la fuerza suficiente como para saber que no hay vuelta atrás, como en el que le da el título al libro y que termina con el desgarro y firmeza de:
No me queda más vientre ni cuerpo para ponerle a esta relación. No quiero.
Yo sólo te ofrecí la palabra, los versos y las rimas.

La presentadora Blanca Arbeláez, amiga y seguidora de la obra de la autora, nos acompañó e ilustró en su trayectoria que incluye la publicación del libro de cuentos Con los ojos abiertos (2.008), coautora del libro de ensayos de investigación La mirada femenina desde la diversidad cultural de las Américas (2.008) y del libro de crítica literaria Dos escritores frente a la crítica (2.006), así como su participación y colaboración en diferentes revistas y diarios.
Quedan las fotos que publicaré en facebook y la presente, en la cual comparto con la autora Ana María Velázquez y la tambien escritora Krina Ber, como testimonio de una agradable tertulia y no olvidar que la invitación para la próxima reunión contará con la presencia de Ana Teresa Torres para contarnos acerca de su libro La historia de la tribu.

domingo, 21 de marzo de 2010

Admiración

Admiro a quien se levanta temprano, aún a sabiendas de que el trabajo le hará parecer el día más largo.
A quien es capaz de ponerle poesía a lo que escribe de una manera fácil.
A quien se cae muchas veces y una y otra vez se levanta animoso y no frustrado.
Al perro del vecino que aguanta a un dueño hediondo y antipático sólo porque lo llevaba de paseo dos veces al día a desahogar su vejiga y otras cosas más.
Al vigilante del edificio que mata las horas, una tras otra, sin otra compañía que los canales de TV venezolanos.
A la niña gordita puesta a dieta por su mamá, pero que me toca la puerta y me pide chucherías.
A la Sra. Ana, mi cocinera por 20 años, que vive más allá de Las Adjuntas y que a pesar de sus 85 años quiere seguir trabajando.
Al buhonero cerca de Plaza Venezuela, tuerto, casi cojo, y siempre sonriente aunque vende muñecos con la cara de Chávez.
Al dueño de un autobús que tiene escrito en el vidrio trasero "En honor a mi abuelo”.
Al vigilante de tránsito apostado en la cuádruple intersección de un semáforo dañado hace más de dos meses y que recibe estoico los saludos a su mamá y el corneteo de cientos de automóviles.
A quienes tienen que tramitar documentos ante el Registro Civil o cualquier oficina pública y no mueren en el intento.
A todas las mujeres a la hora de hacernos la mamografía, parir a un hijo o cuidar a un marido con gripe.
A mi amiga la que está casada con un borracho, que además es un pichirre.
Al marido de otra que sólo sabe hablar de enfermedades y además con voz chillona.
A esta Caracas noble que soporta sequía, ranchificación, tráfico, malandros, motorizados suicidas, calles rotas, y otros miles de males y que sin embargo todavía, en días claros nos regala la luz desde El Ávila y nos anima con los aullidos de las guacharacas.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Caracas con sequía


Caracas, la capital de la indolencia, de la improvisación, del atasco a toda hora, aún con una sequía casi total se olvida por estos días de los ruidos, de las obras inconclusas que abundan por las calles y aceras rotas. No se deja llevar por las prisas y se abandona en gozar de las tonalidades de una primavera que se manifiesta en los araguaneyes floridos, que nos sorprenden en calles y avenidas o muchas veces escondidos en el jardín de una casa. Son aquellos que parecieran temer salir, en ésta cada día más peligrosa urbe.
Los contados parques se olvidan que la lluvia los ha abandonado y muestran a pesar de ello la primavera en las ramas de los bucares, las acacias. Algunos se sienten culpables de ese despliegue de alegría y dejan caer sus flores formando coloridas alfombras que hacen detener a los paseantes. Los invitan a admirar con deleite la belleza de una flor, olvidando por un rato el stress, el apuro por llegar a casa o el trabajo; soslayar el tropiezo con aquellos que quizás no se percatan de la belleza que la naturaleza les ofrece y siguen en la lucha, vencidos por el cansancio que les impide gozar de esa fiesta de colores.
Caracas llena de contrastes también nos empapa la vista y nos sume en la congoja, con la quema de sus cerros. Nos arruga el alma ver como cientos de hectáreas de nuestro Wuaraira Repano están indefensas ante el avance de las llamas. Una guerra que siempre termina por perder y que le costará años para volver reverdecer
No nos sorprende que cada año por esta época se sucedan los mismos incendios y no se tomen previsiones, que falte el agua y la ciudad seca deje que ella se pierda en tuberías rotas o sin el adecuado mantenimiento.
Al menos para apaciguar tanta desidia tenemos esos pocos minutos en que nuestra mirada se posa en nuestros árboles, los que para contrarrestar tanta apatía nos regalan su efímera belleza florida.

martes, 2 de febrero de 2010

Encuentro con Fedosy Santaella



El jueves 28 de Enero fue la acostumbrada cita mensual con el grupo Visión. En esta ocasión el invitado especial fue Fedosy Santaella y su más reciente publicación: la novela “Las peripecias inéditas de Teofilus Jones”.
Tuve el honor y el placer de presentar al invitado. Esto me dio el permiso y el atrevimiento para poder interrogarlo, no sólo acerca de Hugo, el personaje principal de su novela, sino de muchos detalles de lo que ha sido el recorrido de su carrera como escritor desde que salió de su natal Puerto Cabello.
La llegada a Caracas con su carga de provinciano encima, pero que sin embargo, no fuera un obstáculo para que siguiendo los impulsos de una vocación (que necesitó de la señal de una estrella de fugaz en el cielo), lo consolidara como un estudiante de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Supimos también de sus recuerdos de adolescente mientras hacia el bachillerato en el Colegio La Salle, de sus paseos por el malecón en compañía de su padre y así mismo nos llenó de anécdotas y nostalgias por el terruño, con su calle de Los Lanceros, sus dos castillos; el café Americano y la extraña curiosidad de que en Puerto Cabello, no existía para esa época ninguna librería. ( y parece que ahora sigue igual.) . Y como cosa curiosa nos enteráramos que a Fedosy, créanlo o no y a pesar de tener a su gato por más de 15 años con él, NO LE GUSTAN LOS GATOS.
Repasamos su amplia hoja de vida que incluye varios premios y reconocimientos.
Para recordar: En 2.007, Mención de honor en la Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre, con el libro de cuentos Piedras Lunares; En 2006, Premio Único en la mención narrativa de la Bienal Latinoamericana de Literatura José Rafael Pocaterra, con el libro Postales Sub-sole; En 2004, Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras Cada día un libro del Conac. Igualmente invitado especial para diversos Foros, tanto en Venezuela como en el exterior.
La tarde transcurrió de una manera amena, matizada con las experiencias de cada uno de los personajes que desfilan por las páginas de Las Peripecias inéditas de Teofilus Jones. Así pudimos enterarnos que el sicario asesino Alain Charleori, está inspirado en un amigo que reside en Valencia, a quien le oía sus cuentos mientras daban buena cuenta de unas cervezas. Que su Rosita Candelaria habla igualito a como lo hace su mamá, aunque no tenga nada que ver con la forma como actúa, ni como él la representa con esa carga de cuaima encima. Que el país en el cual se desarrolla la novela, puede ser cualquier suramericano sumido en el mismo caos que el nuestro, y que el nombre del tal Hugo, no vino de alguna inspiración con nuestro mandatario.
Gracias Fedosy por compartir con nosotros que sueñas despierto con Pamela Anderson; que tu frase predilecta es: Vamos a darle y que por el contrario tu palabra más detestada es pusilánime.
Esperamos la publicación de tu nueva novela, la tercera de tu trilogía, ahora en proceso de lectura y corrección para volver compartir.
Hay que destacar que la excelente anfitriona Piedad Troconis y su bellísima residencia fueron el marco perfecto para esta tarde literaria. El brindis vinícola y el variado obsequio al terminar la lectura, nos dejaron el grato sabor de una ensalada de gallina, pate de pescado, y un pie de ciruelas, entre otras delicatessen.
Con la promesa de nuevas reuniones, nos despedimos hasta el próximo 25 de febrero cuando Laura Febres, (compiladora), nos hablará sobre el libro del cual fue una de las investigadoras: La mirada femenina desde la diversidad Cultural de las Américas.
Hasta pronto.

lunes, 4 de enero de 2010

PARÉNTESIS



Empezando este nuevo año más que hacer la lista de los nuevos propósitos, es gratificante hacer el balance del que se nos fue.
Durante el pasado 2009 nos subimos, como en un parque de diversiones, a una montaña rusa y como ella tuvimos nuestros altos y bajos, pero al final hay que agradecer que el balance fue positivo. Llegamos a tierra intactos, es decir, al 31 de diciembre con lo que en los últimos años he apreciado más: gozando de salud. No hubo mayores contratiempos, como no fuera una ocasional gripe o algún malestar pasajero. Nada que lamentar.
En el aspecto laboral, pasados los agites de tratar de resolver los “cangrejos” viejos que habían quedado del año anterior, sólo me queda por concluir que cumplí los objetivos propuestos y con la ayuda de la paciencia, pude sortear la desidia judicial: el gran mal de nuestra administración de justicia.
En lo personal tuve la oportunidad de hacer tres viajes que fueron importantes, porque cada uno de ellos me reconcilió con un aspecto diferente.
El primero de ellos durante las fechas de los Carnavales nos llevó a Colombia. Ese viaje le trajo a mis esposo el reencuentro con parte de la familia paterna a la cual casi no conocía, ya que eran muchos los años sin tener contacto directo. Fueron unos días plagados de cariño donde nos arropó la hospitalidad y el sabor colombiano. A mi el contacto con esa parte de la familia de mi esposo me llenó de agradecimiento. El comprobar que el afecto se transmite y que el calor y cariño de la sangre también me llegó, aún cuando nunca los había visto.
El segundo en la época de junio a julio, me llevó a los Estados Unidos a compartir con mi propia familia, la que por las circunstancias actuales que vive el país se encuentra residenciada afuera. Dando su mejor esfuerzo para el crecimiento de esa otra tierra que les ha acogido con beneplácito, sólo porque son capaces y luchadores. En la cual aún se sienten a veces como extranjeros, pero que saben es en definitiva su segunda patria, a la cual deben respetar y aprender a querer tanto como a la propia. Ven con tristeza que el retorno será imposible y añoran ser parte del país que dejaron, pero deben luchar por otro.
El tiempo compartido con sobrinas, sobrinos, prima y amigos fue invaluable. Un buen recuerdo de principio a fin que llenó mi espíritu, dónde los momentos de alegría se multiplicaron junto a las largas charlas y recuerdos en común.
El tercer viaje, para cerrar el año 2009, nos llevó a mi esposo y a mí a República Dominicana (Punta Cana) a hacer un verdadero paréntesis en la rutina diaria. Fue el encuentro con el ocio sibarita, el dejar atrás cualquier preocupación y adentrarnos en la muda contemplación de como las horas pasaban sin nada que las disturbara, como no fuera el disfrute de las pequeñas cosas. El reencuentro con la inmensidad de una playa, donde la brisa llegaba a bañarnos junto al sol de una sensación que nos sumía en un sueño y comprobar que estábamos en un paraíso terrenal. Olvidados de los cortes de luz, de la falta de agua, de las sin inútiles protestas que no son atendidas, de la delincuencia que arrebata vidas y cercena futuros.
Fue volver a las largas charlas en intimidad, a renovar los deseos de estar juntos y hacer nuevos proyectos. A comprometernos a que debíamos repetir esos momentos mientras la salud lo permitiera. La lista de los nuevos viajes que estamos planificando se nos hizo extensa. Espero cerrar el balance del 2010 con un Check Mark en cada uno de ellos.
Así que BIENVENIDO 2010, tengo la mejor de las disposiciones y el buen ánimo presente para afrontar con esperanza cada uno de los 365 días, de las 52 semanas que tengo por delante. Que en cada una de las horas venideras tenga la fuerza para sortear los malos momentos, que de seguro siempre vendrán y la palabra de agradecimiento por los buenos que espero tener. Por último y para cerrar este paréntesis deseo de todo corazón que las acciones que emprenda para conseguir mis metas o logros no dañen a nadie y por el contrario reciba la bendición de ese Dios Todopoderoso, quien en definitiva es el Supremo ejecutor de nuestras propuestas