viernes, 23 de julio de 2010

Viaje al sur


Emprender un viaje el último día en que se disputaba la final del mundial de futbol y para complemento a la misma hora que eso estaba ocurriendo a miles de kilómetros del aeropuerto de Maiquetía, nos condenó a que el vuelo 5000 de Conviasa saliera con casi una hora de retraso. Al menos eso fue lo que pensamos los 170 pasajeros que esperábamos la hora de embarcar con destino a Buenos Aires el día 11 de julio de 2.010, viendo como se consumía parte del primer tiempo en el duelo entre España y Alemania.
Nuestra llegada a las 1 y 30 de la madrugada (hora argentina) del siguiente día al de nuestra salida, no nos había privado de conocer el resultado del esperado juego. El Capitán de la nave mediante mensajes periódicos nos fue enterando de cada gol y de cual había sido el resultado final.
Desde el año 2007 no me había reencontrado con el famoso Obelisco en plena Avenida 19 de julio, ahora con un clima promedio de 5 º C, lleno por una parte de manifestantes en contra de la Ley que en esos momentos se debatía en el Congreso y que prometía el matrimonio homosexual, y por la otra de quienes solicitaban las firmas de apoyo al mismo proyecto. En definitiva y después de un largo debate por tres días, que estuvo acompañado de la vigilia frente al Congreso Nacional de gays, lesbianas, transexuales y demás afines, lo que le daba a esos espacios un colorido inusitado, se aprobó la Ley 26618, consagrando la posibilidad de unión entre personas del mismo sexo.
En este viaje comprobamos que a pesar de las crisis económicas, la vida nocturna de Buenos Aires sigue llena de diferentes alternativas. Aprovechamos para disfrutar del teatro asistiendo a dos obras: Brujas, reestreno en Buenas Aires, después de haber cumplido con más de 20 temporadas en la ciudad de Mar de Plata, y con la particularidad de tener aún su elenco original, a excepción de la fallecida actriz Susana Campos y Agosto., con la magistral Norma Aleandro, en su caracterización de la matriarca y abuela de la familia disfuncional, quien por tres horas casi continuas, se luce con su potente actuación.
La amplia oferta gastronómica nos llevó entre otros sitios de yantar hasta Puerto Madero, dónde por recomendación del escritor Federico Vegas nos deleitamos con un bien preparado bifé en La Cabaña de las lilas, con un ambiente bien cuidado e inmejorable servicio conforme con la astronómica cuenta. Un deleite para el paladar y un latigazo para el bolsillo sin dólares oficiales. La Cabrera, con sus interminables listas de espera, compensadas después con la excelencia en sus carnes; Mafia, de ambiente y comida italiana con un exquisito vino Gran reserva de la finca La Linda; El Museo del Jamón, en plena 19 de julio, con ambiente español al igual que Plaza Mayor. En cada uno de ellos comprobamos que las raciones suelen ser enormes y que en ninguno cobran el obligatorio 10% agregado a la cuenta, como suele suceder en nuestro país. Una alternativa de darlo o no que queda en las manos del cliente satisfecho.
Los recorridos por Corrientes, la zona comercial de Córdoba, los centros comerciales de Galerías Pacífico, Paseo Alcorta, Solar de la Abadía, Alto Palermo, Abastos y Patio Bulbrich, no podían faltar en la visita, para regocijo de los ojos y mortificación en las billeteras. ¡Qué tristeza comprobar lo devaluada que está nuestra moneda¡
La ciudad no luce con grandes cambios. Se ven pocas construcciones nuevas o en proceso, pero luce aceptablemente bien mantenida. A pesar de la cantidad de paseantes con mascotas, el tráfico en las vías principales y la contaminación vehicular, o lo poco amable y jactancioso que en general se manifiesta el porteño, la ciudad se luce como un lugar para pasear, o deambular por las calles congestionadas. Es casi una obligación entrar a conversar en sus variadas confiterías o cafeterías, donde decenas de personas hacen suyas por horas las mesas de esos lugares, con el solo consumo de un café y el diario abierto a su lado.
Buenos Aires con su aire europeo, sus fachadas y edificaciones que reflejan las glorias pasadas de una economía alguna vez pujante y progresiva nos deja el ánimo abierto para explorar con confianza sus calles llenas de comercios sin la angustia de la posible amenaza en cada esquina. Hasta tarde en la noche la ciudad tiene vida propia y la casi certeza de encontrar un taxi en cualquier sitio nos impulsa a disfrutar la generosa oferta de espectáculos, shows, salones de baile, teatros. Múltiples librerías, salas de exposiciones, museos y galerías. Todo para el placer sibarita del cuerpo y el alma.
Una capital que no se agota en el recuerdo del máximo exponente del tango: Carlos Gardel; ni del café Tortoni con sus asiduos asistentes García Lorca o Alfonsina Storni; que va más allá de sus cinco líneas de subte, como le llaman al metro, con sus Barrios como el de Recoleta, una vez llenos de la genuina aristocracia y que hoy día se han democratizado al punto de que sus lujosos apartamentos hoy se alquilan a turistas por días o semanas con todo incluido. Con su feria los domingos en la Plaza san Telmo que atrae a curiosos, coleccionistas o fanáticos de las antigüedades u objetos raros.
Sin embargo como gran metrópoli con cerca de 3.058.000 habitantes, no escapa a la indigencia, al descuido en algunas zonas que presentan las aceras rotas o la basura que tarda en ser recolectada. Son males menores en una ciudad que se extiende más allá de lo que es la propia Buenos Aires, que llega hasta el Tigre, a 30 Km en el delta del Paraná o hasta San Isidro, al norte de la ciudad a 16 Km, a la orilla del río de la Plata.
Una ciudad que ofrece todo lo que nos encanta y por ello nos hace pensar en querer regresar. De seguro volveremos.