domingo, 17 de febrero de 2008

20 de febrero


He sentido tu ausencia, la de ese cuerpo del que yo estaba hecha. De tus pasos presurosos, siempre en búsqueda de algo. De tu risa, que a veces parecía melodiosa y otras apenas, cuando estabas preocupada, una mohín en tu cara. De tu hablar, rápido y con un siseo que a mucha gente les parecía incomprensible, como una jerga personal que te empeñabas en guardar, como si fueran secretos que no se debían decir. Pequeña y grande, con tus brazos abiertos para los hijos, cinco frutos que veías crecer y para quienes siempre tuviste tiempo y tan cerca de ellos que ya conocías, sin que te lo dijeran, si uno de ellos tenía alguna pena.
¡Cómo extraño¡ no poder retroceder el tiempo y llegar a esa casa, santuario del amor tuyo y de papá. Llena de luz, al igual que tú. Con sus grandes patios, su cocina siempre abierta, dónde no faltó nunca algo hecho por tus manos. Sentarnos juntas a tomar un café, para comentar lo cotidiano o hacer planes de viajes, los muchos que no hiciste, pero que soñaste tan reales.
Recuerdo y a veces repito, cada uno de tus dichos, esos que con carácter solemne formaban parte de tu vocabulario personal, y que aún hoy 34 años después de tu ausencia, nos hacen sonreír, por lo particular o especial.
—Voy a descansar mis huesos. Eso significaba tu larga siesta que no debía ser interrumpida.
—Me voy a dar un fumito. Ese cigarrillo después del almuerzo o de la cena, que ni siquiera aspirabas, pero que te parecía necesario.
—Voy a buscar la suerte. Para indicar que pensabas ir a comprar la lotería.
Así pudiera seguir escribiendo cualquiera de tus frases, y hacer con ellas una larga cadena que me llevara a ti, que te trajera de vuelta de dónde estás, pero sé que no es posible y me contento entonces en que sepas que en este día de tu aniversario, al igual que muchos otros, los que ahora quedamos, Nelson, Mercedes, mis hijas (las únicas nietas que si te conocieron y disfrutaron de tus besos de abuela), y yo te recordaremos y muy en silencio diremos una oración para que en comunión íntima te llegue y se quede junto a tu corazón.
Descansa en paz querida Mamá.