sábado, 15 de agosto de 2009

Carta a Valentina


Querida Valentina.

A sólo un día de que partas para ese viaje que te alejará de nosotros por varios meses, pero que significará un paso muy importante en tu desarrollo profesional, me encuentro pensando ¿Cuál será el sabor de tu ausencia?
Mientras en esta semana, se vieron en el cielo la lluvia de luces de Las Persíades, mañana una de mis cinco estrellas dejará de estar al alcance de mis ojos, cercana para un abrazo, vecina inmediata para que escuche su voz. Para disfrutar de la forma especial de contar sus cosas, con ese toque de humor y de profunda madurez. Para oír su risa y ver iluminarse sus ojos, tan pequeños como grande es la ternura de su mirada. Para deleitarme con su sonrisa, tan parecida a un día de sol o a una noche de estreno con los aplausos de una sala llena.
Es así que me entra el sobresalto de no saber si podré acostumbrarme; que me lleno de temor porque siento que los días convertidos en muchos meses, se harán más demorados y que tu devoción ya no estará a la vuelta de la esquina, a pesar del Internet, del Facebook y de todos los adelantos tecnológicos, los cuales como sabes bien sólo domino a medias.
Vuelvo mi pensamiento al día en que llegaste, adelantándote casi dos meses a tu hora de nacer, para llenar un diminuto espacio en tu cuna y cubrir con tu cariño, como inmensas nubes que varían de formas en el cielo, todos mis deseos de abuela. Desde ese momento y durante todo tu crecimiento, has pintado mi universo con tus propios colores demostrándome tu amor. Me has dado motivos para sentir el orgullo de que también seas parte de mi carne, y que formes mi particular constelación de estrellas junto a Vanessa, Walewska, Verushka y Victoria.
Con serenidad y criterio has pasado de ser de la niña con su pollina y lentes a la adolescente con acné y después a la esplendida joven que eres ahora, con un futuro que se le abre en mil direcciones, pero que sabe que sólo la constancia y estudio la llevarán al éxito.
Sin embargo no dejo de asombrarme de que tan joven emprendas tu propio vuelo, de que a pesar de tus 21 años ya tengas el timón de tus ilusiones y esperanzas hecho no de vagas e imprecisas decisiones, sino de planchas de acero imbatibles y fuertes. Ante eso sé con certeza que allá en Finlandia, a pesar del frío que puedas sentir, te acompañaran tus sólidos principios forjados en el calor familiar, para seguir el camino correcto y no los atajos de luces vanidosas que te aparten del horizonte de tu estudio y superación.
Mi nieta querida aunque la distancia física sea mucha y traspase fronteras, siempre habrá un grueso hilo que nos unirá tejido con miles de recuerdos y momentos vividos y que te darán las fuerzas necesarias cuando la soledad se instale en tu corazón; cuando el silencio no pueda ser compartido o no tengas la calidez de un abrazo o mano unida a la tuya mientras escuchas la música que te traen las nostalgias.
Quiero que sepas que en esos, que espero sean cortos instantes, yo estaré allí en pensamiento; cubriéndote con abrazos como olas, velando para que tus sueños se cumplan y siguiendo la costumbre de la liturgia infantil, rezando contigo la oración que juntas decíamos antes de irte a dormir: Ángel de mi guarda dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes sola porque me perdería.
Sólo así, sabiendo que estoy en perfecta sintonía contigo, el sabor de tu ausencia será menos amargo, y hará más llevaderos los meses que te apartan de mí, ya que tendrá la dulzura de la esperanza del reencuentro, cuando hayas cumplido tus metas.
Que Dios te bendiga y traiga de vuelta con más luces para tu intelecto, que tus “Litos” que te adoran aquí estarán esperando por ti con los brazos abiertos y un canasto lleno de besos.