jueves, 10 de enero de 2008

BIENVENIDOS A BRASIL


Esta frase a la entrada de cada uno de los aeropuertos ( Manaos, Sao Paulo, Río de Janeiro y Foz Iguazú) en los cuales estuve en el mes de diciembre no era sólo una frase que invitaba al turista o al visitante por negocios a sentirse en casa. En realidad expresa muy bien el sentimiento que nos transmitió al llegar a un país que a pesar de sus altos índices de población y de que como sabemos no todos sus habitantes (al igual que en las grandes metrópolis) tienen acceso a los servicios básicos, sin embargo parece que las cosas funcionaran un rato largo mejor que como lo hacen en nuestra Bolivariana Venezuela, y eso que tenemos casi una cuarta parte menos de pobladores.

No fue sólo estar en contacto con unas ciudades que lucen sus calles limpias y una arquitectura propia que se ve conservada, y aún siendo el tráfico para locos, como es el caso de Sao Paulo, éste tiene aires de respeto cuando los conductores no se quedan atravesados en la calle para esperar el cambio de semáforo.
Otra de las cosas para asombrarse es contemplar como a las 6 de la tarde, junto con el sol que se oculta, no queda ni una sola colilla de cigarrillo o cualquier pequeño papel en las blancas arenas de Copacabana. Eso sí es casi como para quedar infartado de la envidia . Usar el sistema de metro , tanto en Sao Paulo como en Río , y no ver ni sucios ni pintados sus vagones, y sobre todo disfrutar de los autobuses con aire acondicionado ( la mayoría), con asientos pulcros y sus pasajeros respetuosos.
La gloria la alcancé al ir a los supermercados y ver sus estantes llenos de leche , huevos, aceite y todo lo demás que aquí escasea; sacar la cuenta y comprobar que a pesar de que pagan el litro de gasolina casi a 2900 Bs. de los de antes; que el pasaje del metro les cuesta cerca de Bs. 2852 cada viaje , me pudiera maravillar con los precios de la comida a nivel de restaurantes y sus grandisímas porciones. Comprobar que adquirir ropa o zapatos puede ser una aventura deliciosa , con sus precios más accesibles para las compradoras compulsivas como yo. Definitivamente me seguía corroyendo la más sana envidia.

Adentrarme como una turista cualquiera en sus sitios de postal, tales como las visitas en Río al museo de Arte Contemporáneo de Niteroi; el Corcovado con su Santo Cristo Redentor, al cual en un acto de fe sólo interrumpido por las hordas de gente que se querían fotografiar con la enorme estatua de 38 metros de alto, y la cual con sus enormes brazos extendidos parece querer acogernos a todos, y a quien me atreví a pedirle en oración salvadora la PAZ política para nuestro país y la LUZ para sus gobernantes y disfrutar de ello con la tranquilidad ( a pesar del gentío) de que nadie se me colaría en la ordenada fila, y de que aún en ese ultra visitado sitio, los baños estaban perfectamente limpios y con papel. Esto último dista mucho de lo que encontré a mi llegada en nuestro flamante y remodelado Aeropuerto Simón Bolívar. La vista de la ciudad que majestuosa se nos presenta desde el Cerro Pan de Azúcar, nos dice de lo inmenso que son Río y sus alrededores y de lo difícil que debe ser mantener el orden y la limpieza. Pero lo logran.

Tenía casi 30 años sin ir a Brasil y este viaje que me regalé ( con el apoyo de mi marido) para mi cumpleaños y Navidad, me dejó un sabor dulce y placentero. Reencontrarme con la maravilla de las Cataratas de Iguazú , fue un goce visual que me perdurará por mucho tiempo. Me llené de energía positiva viendo correr esas aguas bravas a diferentes alturas y sentí que se llevaban todo lo negativo que pudiera traer conmigo, para bañarme con la esperanza que aquí en nuestra Venezuela, con tantas cosas maravillosas y paisajes de película, sólo necesitamos cambiar de actitud para que todo funcione , para que así al regresar de afuera podamos leer también con mucho orgullo: BIENVENIDOS A VENEZUELA.