miércoles, 23 de abril de 2008

23 de abril de 2.008

Tal día como hoy, si el diario de mi abuelo tenía razón, en el año de 1899, o si por el contrario la declaración de mi abuela hecha ante la Jefatura Civil de Maracaibo de que su hijo Rodolfo Enrique había nacido el 23 de abril pero de 1900, era la cierta, sería el aniversario 109 o 108, del nacimiento de mi padre. En cualquiera de los dos casos fue una suerte que eso sucediera ya que caso contrario no estaría yo aquí ni escribiéndole, ni recordándolo.
Papá no era justo dejar pasar este día sin que tecleara algo especial para ti. Es más, creo que te lo debía. Para quien como tú un ávido lector y erudito autodidacta, escribir fue una de sus pasiones, y como periodista frustrado una razón los últimos años de tu vida, pensar en comunicarme contigo a través de estas líneas, representa además un acto de respeto y admiración.
Durante mucho tiempo fuiste llenando páginas, con paciencia vespertina, en aquella pesada máquina de escribir, la misma que te acompañó por siempre, con su letra R un poco torcida, lo que le daba un carácter especial a tus escritos. Cuando comenzaste a escribir lo que denominaste “mis memorias del perdón y del olvido”, aún no existía la computadora y ni te imaginabas que un día Internet supliría a la correspondencia escrita de puño y letra, a esas cartas que te empeñabas en poner directamente en la oficina de Correos de Carmelitas, a tu entender la única que funcionaba y desde la cual si llegarían a sus destinatarios sin demoras. Entre esos felices estaba tu hermano Tulio, residenciado desde siempre en New York, con el cual mantenías una sólida comunicación que la distancia no hacía sino acrecentar. Fueron muchas las cartas tuyas que me encontré cuando estando en esos largos viajes, esperaba con alegría tus noticias. Recuerdo que una vez estando en Copenhague, llegué a un hotel diferente al marcado en el itinerario que siempre dejaba, y al saber que me habías escrito allí, a riesgo de perder el avión que ese mismo día tenía que tomar, pero sin querer tampoco perder tu carta, fui al hotel a buscarla. Allí, con su refinada letra y escrita con tinta, encontré como en un cofre de joyas tus noticias de lo que pasaba en la familia y en el país. Me contabas esas pequeñas y cotidianas cosas que cuando estamos lejos sabemos apreciar más que cuando las tenemos cerca.
En los siete años que tu nieta, (mi hija) vivió en los Estados Unidos, la mejor referencia de las noticias locales le llegaban por ti, con tu criterio de periodista por vocación y aderezadas con el orgullo de que ella se estuviera instruyendo en lo que la vida, por las circunstancias difíciles que te tocó vivir, no te permitió estudiar.
Guardo como un tesoro, el legado escrito de los muchos acontecimientos sucedidos en Venezuela desde tu nacimiento hasta 1.983. El relato de los años que te faltaron por narrar hasta tu muerte en 1.985, nos dejaron un vacío tan grande como tu ausencia, pero no fue sino por falta de tiempo, (el que la muerte te robó), que no quedaron plasmados, porque tu memoria te fue fiel hasta los últimos días. No así tus pasos, que se volvieron un poco lentos y pesados, y que te impidieron seguir tus largos paseos, nombrando cada calle con su nombre, por el corazón de Caracas, ese que circunda la Plaza Bolívar, o la sede del antiguo Congreso Nacional, con su cúpula dorada del salón Elíptico, el mismo al cual nos llevaste a conocer, siendo muy niños, para explicarnos con detalle cada una de las pinturas que internamente lo adornan.
Entre todos los recuerdos que acumulo de ti, no hay uno solo que no esté lleno de amor, y ejemplo a seguir. Tu círculo íntimo, mamá, nosotros tus hijos, tus seis nietos que te llenaron siempre de alegría, o tus hermanas a quienes constantemente diste cuido y protección, gozaron de tu bondad y palabra diáfana. Así también era tu alma, transparente y sin odios. A algunos podías parecerle callado, pero como un verdadero Patriarca, poseías la sabiduría para conocer a su rebaño y la mesura en la palabra para no crear conflictos.
Y aquí estoy Papá, muy cerca de ti. Recordando tu rostro sereno, con su mirada limpia de nubes detrás de los gruesos lentes, tu pelo abundante y canoso, y oyendo tu oportuno y sabio consejo. Venerando tú figura de padre protector, no como a un Dios en el Olimpo, sino como al más verdadero de los mortales, porque siempre te supimos cercano, benevolente y agradecido como el bosque que crece a las orillas del río dándolo todo sin egoísmos y a todos por igual.
Se que desde dónde estás, sigues dándome tu bendición. Cuento con ella cada día para que mis despertares tengan, al igual que tu voz, la misma calidez del sol mañanero.

lunes, 21 de abril de 2008

Sin rastros

Es el titulo de una película ahora en cartelera, protagonizada por Diane Lane, la misma actriz que nos deleitó con una fresca imagen en Bajo el sol de Toscana. En este thriller, al mejor estilo americano, aunque ella ya no luce como en aquel film como la romántica recién divorciada que se enamora literalmente hablando de la bella región italiana, nos deja ver ahora la fuerza y carácter del personaje que encarna: Una inteligente detective dedicada al departamento de crímenes cibernéticos y que a diario debe resolver con éxito los abusos e ilegalidades cometidos en la red. Sin embargo, se topa con un maniático psicópata (a quien es imposible ubicar donde se encuentra) que expone los crímenes que comete mediante su propia página de Internet Killwhitme.com, para saciar no sólo su sed de venganza, sino exponer en el ciber espacio como y que tan morbosa e indiferente es la gente y la sociedad ante la observación de un crimen delante de sus ojos. El resto, junto con su esperado pero no tan previsible final, lo podrán disfrutar cuando acepten la recomendación y vayan a ver la película.
Así de esa forma sin rastros , nos encontramos en este país con muchas cosas. Nos hemos preguntado muchas veces a dónde están o que ha pasado con por lo menos algunas de estas cosas que listo más abajo, las cuales están por supuesto sin rastros
Las promesas electorales de que no habría más niños de la calle.
Los resultados definitivos y confiables emanados del CNE , de la votación del 2 de diciembre, acerca de la Reforma constitucional.
La oposición que lideraba marchas en los tiempos previos al 11 de abril y al paro petrolero.
Los millones de dólares que entran por renta petrolera, sin que tengamos que buscarlos en los países vecinos, como Cuba, Bolivia, Ecuador, Haití y quien sabe cuantos más.
Las palabras de Manuel Rosales cuando dijo “voy a cobrar”.
Las investigaciones por corrupción a ciertos personeros del gobierno.
La leche, el pollo, el aceite, el azúcar y muchos más que cuando aparecen es en la mano de los buhoneros a mayor precio.
La policía honesta cuando se necesita. La mayoritaria , la corrupta , está del lado del delincuente, ya que forma parte de ese mundo.
Los jueces en general y muy en especial los del Tribunal Supremo que no sean complacientes y meros voceros de las ordenes del Ejecutivo.
La justicia para con los falsos implicados o todos a quienes se condena con testigos “estrella”, capaces de venderse y confesar a quien se vendió, por puñados de dólares.
La probidad de los funcionarios y allegados a las cúpulas del Gobierno.
A todas ellas , siempre se contestará SIN RASTROS, nadie sabe, ni sabrá su paradero, ubicación o coordenadas confiables, seguras. Estamos en el desierto, o latitud cero, en los mismísimos polos , donde no hay ni norte , ni sur, dependiendo cual sea.
Cuando de lo personal se trata, si no se encuentran las llaves, o donde se dejó la Cédula o el documento importante, siempre cabe la posibilidad de que encomendemos para su aparición a San Antonio, o a José Gregorio de la Rivera o quien sabe si al Negro Primero, o María Lionza , y con un poco de fe y paciencia puede ser que aparezcan, sino de inmediato, al menos en un tiempo prudencial. Nuestras cosas perdidas la mayoría de las veces si dejan rastros, pero las listadas arriba, como decían los viejitos del pueblito aquel “ yo te aviso chirulí”.
Nos vemos en noviembre ante las mesas de votación y les aseguro que con una concurrencia masiva y decidida a defender su democracia, a todas las cosas perdidas se les va seguir el rastro. Claro que las vamos a encontrar. Hay que creer en eso de que el crimen no paga. Al menos así pasa en la gran mayoría de las películas.