jueves, 21 de abril de 2011

ENCUENTRO CON EL POETA MARK STRAND






La visita del poeta Mark Strand a Caracas estuvo signada por varios actos a los cuales no se les dio la suficiente publicidad. Casi a escondidas me enteré de que estaría el domingo 3 de abril en el Hotel Caracas Palace , acompañado de varios de nuestros poetas a fin de tener un conversatorio y oír la lectura de algunos de sus poemas. La convocatoria hecha para las 11 am sufrió algunos retrasos y comenzó la reunión casi entrando las 12 m. La figura alta, delgada, con sus ojos azules tras los lentes de montura ancha, que contrastan con las cenizas que hay en su ya escaso cabello, así como su voz cálida, de acento perfectamente entendible, causan la necesaria admiración aún sin conocer su extenso currículo, que incluyen el haber sido designado poeta laureado por la Biblioteca del Congreso de los EEUU, El premio Bollingen, el premio Wallace Stevens, el premio Pulitzer , además de desempeñarse como Profesor de la Universidad de Columbia.
La presentación del invitado estuvo a cargo de Rafael Cadenas, quien con manifiesta modestia confesó ser “un profesional de la inseguridad”. Nos recordó lo cerca que se encuentra Strand del poeta Stevens, y de que el oficio de escribir se ejerce borrando la humildad de quitarle peso a la dicha. Nos habló de cómo Strand deslumbra con palabras que no brillan, de ver el poema como artefacto inagotable y de que en definitiva y pese a que Strand declarara que no seguiría escribiendo poesía, ésta nunca deja ir a sus súbditos. Luego en riguroso orden alfabético fueron los poetas Edda Armas, Igor Barreto, Patricia Guzmán, Leonardo Padrón y Yolanda Pantín leyendo los poemas traducidos por Beverly Pérez Rego, del libro “Nada ocurra”, luego de escucharlos en la propia voz del autor. Así oímos en doble melodía los poemas Carta, A Ella, La llegada de la luz, Elegía a mi padre y El regreso del gran poeta.
Me permito copiar el verso final de El regreso del gran poeta:



Díganme ustedes allá afuera, de todos modos, ¿qué es la poesía?
¿Puede alguien morir sin ni siquiera un poco?



Y me pregunto ¿Esperaremos en vano el regreso de Mark Srand?

México con el color de las Jacarandas




MÉXICO CON EL COLOR DE LOS JACARANDÁS

En esta estación, preludio de la Semana Santa, México brilla con el color de las jacarandas en flor. Por calles y avenidas asoman gallardos y airosos tiñendo de luz los espacios. La ciudad se viste de morado, e igual aparecen guayacanes y flor de mayo. Toda una fiesta para los ojos, que contrasta con el tráfico y el humo de los automóviles.
En el Palacio Nacional, vecino a la Catedral y a la Plaza Mayor, todavía está abierta la exposición con motivo del Bicentenario. Los grandes salones nos dan un paseo por la historia, desde la colonia, la independencia hasta ahora. Salas con profusión de objetos valiosos, leyendas transcritas en imágenes y el aprovechamiento de medios audiovisuales. Todo un éxito que hay que admirar.
El centro de la Capital luce limpio, con vigilancia y muchas calles vueltas solo peatonales, tal como la Madero, con su profusión de locales de joyerías, y el Palacio de Iturbide que también alberga en su interior, un homenaje al Bicentenario.
En el auditorio Nacional se presenta durante cuatro días a casa llena, el show de Alejandro Fernández “El Potrillo”, Excelente espectáculo que pudimos disfrutar con sus tres pantallas gigantes, un sonido inmejorable y el orden a la hora de salida.
El Museo Sumaya, recién inaugurado, obra del millonario Carlos Slim, nos llena el espíritu con su vasta colección privada de obras de Rodin y Dalí, pintura italiana, francesa, mexicana, colección de monedas, contrastando en perfecto equilibrio con su moderna arquitectura.
Dos días en Oaxaca, declarada patrimonio de la humanidad, con sus balcones de fina herrería, las ruinas arqueológicas de Monte Albán, y Mitla, el árbol de Tulle, el Museo Convento de Santo Domingo, con su fabulosa colección encontrada en la Tumba siete, al lado de la Iglesia de Santo Domingo, auténtica joya colonial, con su techo abovedado, dibujado en filigrana de oro, complementaron este nuevo viaje a México. Una delicia los desayunos en el Mercado Municipal 20 de noviembre, vecino al Mercado de Artesanías. Sentarse en cualquiera de los restaurantes que rodean al Zócalo, para tomar el pulso de la ciudad oyendo a los músicos de marimba y violín, . Aprovechar la cocina oaxaqueña, con su fino queso de hebras, y pernoctar en alguno de los hoteles que se ubican en las antiguas casas coloniales restaurados para esos fines, conforman el broche perfecto para unas cortas vacaciones. Unido a todo ello la oportunidad de asistir a la boda de mi sobrina ahijada y compartir con los amigos de muchos años. Nada más que decir: México siempre nos da la bienvenida y nos pide regresar.

sábado, 19 de febrero de 2011

LOS ELEMENTOS HUMANOS


Con un sol radiante, que daba en pleno rostro, lo que obligó a mudar el bien arreglado espacio a uno menos ardiente, se inició la sesión mensual del grupo Visión. El invitado era el poeta, y conocido hombre de radio, televisión, guionista y escritor de la serie Los Imposibles: Leonardo Padrón.
La presentación del libro Los elementos humanos nos llevaron a hacer de la mano de Alexis Romero un recorrido por los inicios de Padrón desde su asistencia al taller de Luis Alberto Crespo, ese gran maestro que lo marcó, pasando por su participación en el grupo Calicanto, y Guaire. Para Romero los poemas de Padrón están asociados a su vida pública, lo que late debajo de su poesía no es adorno, es un drama personal. Él establece una relación de lenguaje con la ciudad a través del goce y el deseo. Esto último fue corroborado por Padrón cuando nos contó de su experiencia al ir por primera vez a Nueva York y encontrarse sumido en la magnificencia de los espacios y las multitudes. Desde que se reconoció como animal humano ha sido importante para Leonardo conectarse con la ciudad y su entorno. Aunque ese sentimiento primigenio se lo dio, no Caracas, a la cual ahora le dedica parte de sus estrofas sino aquella visita a Nueva York. Su impresión ante aquello le recordaba los poemas de García Lorca con sus imágenes surrealistas. Eso le cambió su manera de escribir, comprobó que la ciudad tiene sus respiraderos de belleza.
Alexis Romero nos dijo que Leonardo Padrón se ha ocupado de ser el cronista de la ciudad a través del poema. Su poesía quiere celebrar la vida, tiene un templo a la alegría del lenguaje. Hay que leer no sólo lo que dice el texto, sino lo que el poema oculta. Hay una historia personal allí.
La lectura en la voz de Leonardo Padrón, de los poemas Caracas Family Center, y La Vida lenta de Caracas, nos dejaron testimonio de su intima relación con la ciudad.
Ese solitario oficio de poeta, que hace la soledad gozosa de la escritura, tiene en Leonardo Padrón y su antología poética un espacio propio. Contenida en esa cuidada edición de Los elementos humanos, que además cuenta con el agregado de las reproducciones de la obra pictórica del maestro Alirio Palacios, es un regalo que nos debemos dar, para así quedarnos obligados a ver más allá de lo que está escrito y pensar en si es posible que través de esa fina ironía no nos podríamos reconciliar un poco con la ciudad que nos ha tocado vivir y sufrir y nuestro entorno.

ESA DAMA CIEGA QUE LLEVA BALANZA


Donde hay poca justicia es un gran peligro tener razón.
Quevedo


Para entender y calibrar lo que significa la palabra justicia, debemos de saber que ella nos exige una contraprestación inmediata. Quien la demanda lo hace porque siente que se le han vulnerado sus derechos. Quien la imparte se encuentra montado sobre la difícil línea que separa los derechos de unos y otros, hasta encontrar el justo medio de dar a cada quien lo que le corresponde o se merece.
En ambos casos la petición acordada o la sentencia que la deniega, llevan implícito un perdedor y un ganador. La ley da unas pautas de estricto cumplimiento pero que no siempre obedecen al interés ventilado más allá de su aplicación.
Cuando el demandar y el esperar que la justicia sea impartida pasa a formar parte de nuestra cotidianeidad, nos vemos, (queramos o no), con la lanza en las manos dispuestas a defender o a exigir lo que creemos justo o al menos así presentamos el caso. Es aquí cuando observamos que la justicia se nos aparece o se nos vuelve acomodaticia. Se alarga o acorta una vara según se mida lo que se defiende o contra quien se haga. Se hace evidente entonces, que en muchos casos es preferible tener un buen abogado que tener la razón y es que la causa más justa peligra ante la ignorancia crasa de un mal litigante.
La experiencia, esa virtud o mejor dicho ese estado de gracia que se consigue a través de los golpes recibidos, nos ha enseñado en el ejercicio diario de la búsqueda de la justicia, que nunca ha habido dos jueces que con la misma ley juzguen de igual modo la misma cosa. Tampoco habrá dos opiniones exactamente iguales sobre un igual asunto, si las mismas son debatidas ante el amparo de la dama ciega. En la persecución de la justicia muchos han quedado atónitos cuando el fin alcanzado está bien lejos de lo solicitado, ya que intervinieron favores ajenos en beneficio de otros, aún sin ser los justos merecedores. De nuevo se observa que la justicia está directamente unida a la interpretación muchas veces caprichosa e interesada de quien la imparte.
Hay carestía de honestos en las funciones de administradores de justicia. Se atesora más riqueza dando a otros la razón injusta, que el mérito a quien en verdad la tiene. La razón así obtenida es floja e imperfecta, pero ello en un país donde campean y triunfan atributos muy cercanos al poder, las leyes se tornan acomodaticias al interés de los negocios con él relacionados.
Cualquiera que sea pues, el fruto que ya tengamos de las experiencias vividas, debo decir que en ese largo camino a recorrer en la búsqueda muchas veces frustrada de la justicia, hay que estar entrenados físicamente y dispuestos a subir cientos de escalones, (en nuestros Tribunales los ascensores son un lujo). Así como preparados no sólo con un par de buenos zapatos, sino con suficiente paciencia e histrionismo para no morir en el papel de mendigantes justicieros. Hay que tener oídos bien afinados, y lentes muy limpios para no dejarse sorprender por lo que se oye y ve en los estrados.
Yo, que de la única cosa de la cual he hecho profesión, ha sido de la esperanza de acertar con la razón para quienes confiaron en mí, no reconozco otro fruto sacado de esa experiencia, como no sea el aprendizaje de hacerme sentir, que me faltó mucho por aprender. He sentido en carne propia una verdad adulterada, o prostituida en beneficio de un rector de entendimiento escaso o nulo. Nada digo con esta afirmación que no sea ya harto sabido, pero no está de más recalcarlo.
Debo confesar, sin embargo, que a estas alturas del camino, me he curado de la obsesiva enfermedad de querer arreglar los entuertos ajenos, acudiendo a un Tribunal para someter al juicio de un tercero los errores humanos; los mismos que con voluntad y entendimiento pueden transarse fuera de Corte, sin tener que sufrir un traicionero penalti. La justicia cambia tan a menudo de opinión con jueces ineptos, como un pulcro de camisa.
Mi manera de vivir, después de casi medio siglo de batallar con leyes, sigue siendo la misma; solo que ahora la moderación es el néctar que más aprecio. La impaciencia ha cedido espacio para la mesura. Fue necesario que aprendiera a sobrellevar con estoicismo, lo que no se podía evitar o cambiar.
La justicia, más que un norte que hay que alcanzar cortando cabezas o luchando contra molinos de viento, es hoy en día un sentido que se ha envejecido de forma natural. Ahora ya la he pasado y cernido por una tela de cedazo muy fina. Lo que de verdad ha quedado en el fondo, no alcanzaría ni para un epígrafe.
La primera lección que debería de darse a los estudiantes de leyes debe ser: si vas a dedicarte a ello, resiste, no sufras por la injusticia. Tampoco calles cuando la veas cercana, porque si bien el hombre superior debe tenerla como su modelo, le es muy difícil salvaguardar su promesa, cuando de él no depende. Ya lo dice la filosofía popular “más vale dedo de juez que palma de abogado”
. ¿Cómo confiar en plenitud en alguien que se nos presenta con los ojos vendados? En el velo que cubre la Justicia, se interpreta la venda como significando que el juez no necesita, ni debe saber, ni verlo todo del justiciable, sino que ha de limitar su juicio al hecho y sólo al hecho concreto.
Así que, honremos a la justicia pero no esperemos encontrar en ella nuestra única esperanza o tabla de salvación. Podría ser que el ojo de la Ley fuese uno tuerto o que estuviera leyendo un texto equivocado. Y ante eso, una justicia enferma: sálvense quien pueda.

domingo, 6 de febrero de 2011

BESITOS DE COCO EN CHORONI DESPUÉS DE 45 AÑOS

Todos los pueblos de mar tienen un encanto que los hace parecerse, y Choroni- Puerto Colombia no son la excepción. Pero a un lado del embarcadero de este último, muy cerca desde donde parten las lanchas hacia las playas de Chuao, Cepe, Puerto Maya y Puerto Cruz, hay algo que le da una distinción y sello especial: un rincón reservado para la dulzura. A esa que viene dentro de una ponchera de plástico verde y que trae sobre su cabeza Carmen Saturnina Cobos, la dulcera del pueblo.
Ella se sienta en ese espacio guardado con celo, todos los días desde la 1 de la tarde, a esperar en actitud paciente, a los a veces ausentes compradores.
La acompañan los escasos 100 metros de piedra que forman el malecón construido desde la época de Pérez Jiménez y cuatro cañones oxidados, que en solitaria vigilia , se dejan bañar por las olas que rompen con olvidada memoria una y otra vez. Más allá los borrachos del bar cercano, y los niños que juegan con completa distracción le dan el marco preciso a la figura de Carmen con sus casi 68 años, el pelo corto enrulado con círculos de ceniza, unas uñas largas y cuidadas, que no dejan adivinar que tras la estampa robusta de piel morena, está la enérgica madre de diez hijos habidos con tres parejas, una treintena de nietos y diez bisnietos.
Conversar con Carmen es radiografiar la historia de muchas otras valientes luchadoras, sólo que ésta no se conformó con parir desde antes de cumplir los 15 años, sino que ingenuamente afirma que de no ser porque cuando tenía 32, descubrió a través de una amiga que existían las anticonceptivas, quien sabe si hubiera completado la docena o más. Una mamá gallina que aún hoy cuida a los polluelos y trabaja sin reparo para ayudar a que un nieto pueda terminar sus estudios universitarios.
— ¿Cuantos años llevas haciendo dulces?
—Desde que tenía 40 años estoy en esto de la dulcería. Empecé probando y ya ve aquí sigo..
La maternidad precoz le impidió terminar el sexto grado, y le ha tocado desempeñar muchos trabajos: vendedora de empanadas, camarera o cocinera en restaurantes, servir en casas de familia, como jornalera con el cacao. Aunque ahora está jubilada del Concejo Municipal de Girardot y además tiene su pensión de vejez. No descansa, necesita el ingreso que le proporciona la venta de sus dulces. De allí que a diario recorra las calles donde a veces falta el asfalto, y que sin embargo recorren los turistas ávidos del descanso de fin de semana. Aunque estos cada vez vienen menos.
Una paisana se acerca. Sus ojos y piel clara hacen presumir la ascendencia mezclada con algún extranjero, que quizás llegó hace años, al igual que otros aventureros a esta tierra prodiga en el cultivo del cacao y se quedó. O quizás se fue pero dejó el fruto de su aventura. Ella le pregunta a Carmen si la podría ayudar para comprar en Maracay unas medicinas naturistas. La dulcera franca, no se niega. Le dice que se las puede comprar la semana entrante, que le dé el nombre exacto y ella se las trae. En lo alto, a la derecha, la cruz blanca sobre la pequeña colina flanqueada por cactus y arbustos pequeños, parece bendecir la escena y disimula tras la fachada de posadas de lujo, que hay mucha miseria. Un ejemplo es la basura acumulada y exhibida sin vergüenza, en muchos espacios.
Al rato se acerca a la dulcera una muchacha que le pregunta con candidez sobre su arroz con leche.
— ¿Está sabroso?
Ella se ríe con mucha picardía y de forma honesta dice— No se mijita porque yo no lo he probado, pero fíjate ya se vendieron todos los de la parte de la arriba. Se refiere a que en su ponchera coloca dos capas de dulces y en esas primeras horas, con un sol cómplice, las ventas se le dieron fácil.
Carmen confiesa que son tantos años haciendo la dulce mezcla, que ya ni la prueba. Sabe en qué momento ponerle el melado, cuando la masa está lo suficientemente suave para formar los besitos o envasar el arroz con leche. La experiencia es su receta aprendida, pero no da muchas pistas. Eso sí sólo usa leche de coco, de los que le traen de Chuao, porque ya por aquí ni palmeras quedan, dice con pesar y por supuesto el legítimo papelón. Nada de ese que viene en frasco líquido, que es puro azúcar.
El camión acondicionado como autobús, lleno de lugareños y turistas, que hace el recorrido interno entre Puerto Colombia y Choroni, no deja de tocar la corneta al pasar cerca del puesto de Carmen. La dulcera nacida, criada y sufrida en estas tierras es bien conocida y más de uno la saluda, o le grita algo que la mayoría de las veces no se alcanza a entender, pero que en los oídos de Carmen sí suena claro, ya que siempre les contesta agitando su mano o con una amplia sonrisa.
Un inesperado chaparrón nos obliga a recoger la ponchera verde, taparla con un paño y correr hacia un lugar techado a guarecernos.
El bar la Playa es el sitio elegido, con su estridente música, sus mesas llenas en su mayoría de hombres que beben cerveza y juegan dominó. Acercamos unas sillas y vigilantes con la ponchera enfrente tratamos de seguir la charla. Misión imposible. Sin embargo, esos momentos reunidos allí esperando que la lluvia cese, sirven para afirmar que Carmen conoce a casi todos los presentes. Su padrino está allí y ella se acerca a saludarlo y nos aclara que tiene más de 80 años y era el mejor amigo de su padre. No se tarda mucho porque la impaciencia del viejo por colocar su piedra de dominó parece presagiar que en un descuido hasta “la cochina” le puede quedar ahorcada.
En una mesa cercana una dupla de alemanes permanece callada, observando todo con curiosidad. La gente a su alrededor, semidesnuda, gritando para dejarse oír, en competencia con el ruido de las piezas blanquinegras sobre la mesa, no parecen asombrarlos. Nada que invite al relax o la paz. Ellos parecen disfrutar del ambiente poco higiénico y de la compañía del perro callejero cercano a su mesa y Carmen hace notar que en este pueblo no hay fuentes de trabajo y que cuando el turista no viene no hay pa´ nadie. Es la maldición de nuestra geografía, bellos lugares desaprovechados, cubiertos por la costra de la desidia.
La lluvia se disipa después de quince minutos a lo máximo. Las calles quedan con las aguas empozadas, con las botellas de plástico como botecitos atracados junto a papeles y restos de comida.
El sitio que usa Carmen para la venta está mojado y aún no ha vendido toda la mercancía. Le quedan 18, de los 30 vasitos de arroz con leche de coco y de los paquetes de besitos (con 5 cada uno), aun tiene 3, de los 12 que trajo. El sólo pensar que se tendrá que regresar sin la venta hecha, le pone más sombras a su piel curtida. Y es que además de la pérdida en los materiales invertidos, (½ caja de papelón le cuesta 100.000 bs) se desequilibrará su presupuesto. En estos momentos está afrontando además de los gastos de su casa, el cuido de su madre de 98 años, y el peso del costo de las medicinas para una hija enferma.
Con el paño que enrollado le sirvió de base para llevar la carga de la ponchera sobre su cabeza, limpia su escalón y vuelve a acomodar su carga en el malecón.
De nuevo la espera. Los clientes pareciera que han huido. Así como lo hicieron en un tiempo los barcos que atracaban allí a llevarse las cosechas y traer mercancías. La economía de producción ha cambiado por la que trae el turismo. Aunque aclara que la llegada de gente mala de otras partes, ha aumentado la delincuencia y por supuesto alejado a los visitantes. Nada bueno para el pueblo.
En la próxima media hora nadie se acerca a comprar y en ese mismo tiempo las manos de Carmen han estrujado un pañuelo lo suficiente para que se torne de blanco a un gris desolado. La mujer que parió diez hijos de forma natural, a puro pulmón, ayudada por la comadrona del pueblo, ahora resopla con resignación.
Son las 5 pm, las lanchas comienzan a regresar con los venidos de otras playas y de nuevo se inicia, con más fuerza esta vez, la lluvia. Le propongo a Carmen marcharnos a la posada .Su mirada se vuelve interrogante hacia su ponchera casi llena. La tranquilizo.
—No te preocupes que esta noche en la cena con mi grupo, todos ellos probarán de postre tu arroz con leche y tus besitos de coco.
La sonrisa que no quedó plasmada en los afiches en que ella aparecía, para promover el Festival de afro descendientes y que adornaron todos los postes de Maracay y sus alrededores, esta vez sí salió a relucir. Esa que es como el sol que nos hizo falta durante toda la tarde.
De vuelta las paredes remozadas de las casas, ahora convertidas en hospedajes de fin de semana, nos asoman un futuro que no acaba de ser próspero para este pueblo que aún se levanta temprano y va a la misa de 8 am en la Iglesia pintada de azul y que sigue vendiendo la idea de que con solo pasar las montañas que la llevan a él tendrán la felicidad que da el sol y el mar azul magenta.
Habían pasado 45 años desde mi última visita a Choroni y de verdad en el pueblo vi casi todo igual, solo que esta vez probé los besitos de coco y el arroz con leche y me prometí no dejar pasar tanto tiempo para la próxima visita, porque de seguro ya no estaré para contarlo.

domingo, 9 de enero de 2011

Mercados desarropados

 
Posted by PicasaLa visita a un mercado a cielo abierto, caluroso o propenso a que la lluvia te moje, ubicado en plena calle, sin mucho sitio para que si vas en vehículo propio tengas dónde dejarlo, significa todo un reto que hay que aceptar.
Una veintena de toldos alineados sin muchas pretensiones, ofrecen con la modestia de monjes budistas productos del campo, granos, quesos, galletas, tortas caseras, flores para el espíritu, y hasta cachapas y hallacas, junto a la promesa (no siempre cumplida), de tener precios fraternos con la crisis. Los días sábados y domingos funcionan en La Bonita y en la calle Amana de Sorocaima estos mercados bajo el amparo y vigilancia de la Alcaldía de Baruta.
Allí las verduras, hortalizas y frutas se exhiben sin pudor desnudas, para así regalarnos sus aromas y texturas. Fuera la bandeja de anime y el envoplast, que las viste con aires higiénicos y las aísla del erótico manoseo de los futuros compradores. Las papas no ocultan la tierra en sus ojos, ni los plátanos apilados al descuido, tienen vergüenza en mostrar en su tránsito de las matas a los mesones, rajaduras de harakiri. Un dependiente uniformado con su delantal azul, nos informa que muchos son traídos desde los cultivos de la Colonia Tovar. Otros son comprados al mayorista de Coche o Qta. Crespo y revendidos allí, pero con los precios que les sugiere y supervisa, la Alcaldía de Baruta.
Sergio Cuellar Contreras un nativo del Perú con más de 40 años en estas lides de verdulero y proveedor registrado, confiesa que si bien la ganancia no es mucha, es lo suficiente para que le alcance. Asegura que las mejores ventas las hace en el mercado que se abre los martes en Prados del Este y los viernes en Cumbres de Curumo en las ferias de precio único. Otra variante de los mercados, que están bajo la tutoría de la Gobernación de Miranda. Así lo dejan claro las chemises amarillas que lucen los dependientes.
Una clase media que lucha para equilibrar su maltratado presupuesto obliga a Vanessa Miguel a madrugar los días martes y cuadrar su horario de profesora universitaria, para que no coincida con la gran feria de precio único que abre desde las 6 am cerca de su casa en La Bonita. Allí junto a los residentes de los más de 12 edificios vecinos espera la llegada del camión que si viene directo desde los cultivos en La Grita, en Trujillo. Ella entabla, con la energía de un maratonista, la disputa para obtener las mejores frutas, hortalizas o verduras al unificado monto de 6,00 Bs el Kg. Claro que con algunas excepciones como el ajo, tomate, cebolla y ocumo que siguen fieles a los precios inflados del mercado habitual. Un ahorro valioso si se compara que en el mercado por 3 manzanas o un Kg de piña pagarás Bs. 20.
En la feria de precio único que se ubica los viernes en la plaza de Cumbres de Curumo, cercana a la Iglesia y vecina de la entrada a Fuerte Tiuna, la gran afluencia de gente obligó a establecer la entrega desde las 6 am de 300 números diarios, para así impedir qué, según nos cuenta Jesús Alberto Domínguez, desde su puesto de venta de hallacas y tamales, señoras de alto copete, (sic) se empujaran y pelearan para vergüenza de los vecinos y amigos. Él me dio un dato a tomar en cuenta y es que si lo llamo a su celular, junto al pedido de hallacas me garantiza tener un número (bien bajito), para que me desocupe temprano de las compras y pueda hasta desayunarme con algunas de las 30 hallacas o 170 tamales, que La fiera de su mujer prepara para la venta cada día de mercado.
Si bien en la mayoría de los mercados que había visitado como los de Sao Paulo, Oaxaca, Puebla o Santiago de Chile y en nuestro país el de Mérida, el cual se lleva el laurel por su variedad, estaban bajo techo; estos a cielo abierto dan una nueva perspectiva. Aunque es posible que no den un placer visual por sus instalaciones, les aseguro que sí lo dan gastronómico. Allí están las hallacas, el queso guayanés que se derrite y unas genuinas cachapas de budare, rivalizando con la espontaneidad de los tenderos. Vale la pena repetir la experiencia.

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