sábado, 24 de abril de 2010

Palabras


Algunas de nuestras palabras
son fuertes, francas, amarillas,
otras redondas, lisas, de madera…
Detrás de todas queda el Atlántico.

Eugenio Montejo


Me gusta jugar con las palabras, hilvanarlas, que tomen vida propia. Que se impongan y me señalen el camino. Que sean cómplices de mis fantasías. Cuando las alíneo, una seguida de la otra, quiero que su magia se contagie, que lleven su propio ritmo, que tengan la cadencia necesaria para, al ser leídas u oídas, digan y expresen exactamente lo que significan. Que no produzcan confusión.
No es trabajo fácil. Hay palabras rebeldes, estas se sustraen de mis deseos y se vuelven odiosas, fuera de contexto. Son las palabras que se me escapan guiadas por los demonios de las emociones. Las que, alguna vez, dijimos o escribimos en momentos de rabia, de dolor, o después de sufrir una traición.
Hay también las palabras de “los otros”. Aquellos que desconocen lo sublime que puede entrañar una frase amable y buscan la lisonja o lo que es peor el insulto a través de la humillación, con frases que desmerecen. Muy diferente a la presencia de las palabras en las manos de un poeta, que nos enseña cuán inmensa puede ser la belleza que encierran, incluso aquellas que nos parecen insignificantes.
Las palabras marcan para quienes las dicen, bien en la expresión oral o en la escrita, quien es como persona, cual es su concepción del mundo. A quien veneran o bajo qué cobija esconden sus bajezas.
El lenguaje abre el entendimiento y nos ayuda no sólo en la expresión, sino en el conocimiento. Es la llave mágica que nos da la oportunidad de expresarnos con toda la gama de nuestros sentimientos. No recuerdo quien dijo “Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencio”, pero estaba en lo cierto.
Reconozco que me gustan algunas palabras, pero otras me llenan de temor, o las detesto. Estas últimas incluso no son palabras rebuscadas, algunas hasta del léxico cotidiano, pero las evito. Huyo de ellas con la cobardía de un desertor.
Le temo, entre cientos a injusticia, abnegación, amputar, cadáver, ceguera, envidia, limosna, cataclismo, calumnia, codicia, miseria.
Detesto; avaricia, desidia, cólera, brutalidad, infamia, aristócrata, equivocación, requisito, condiciones, frustración, prohibido.
Me gustan libertad, amistad, esperanza, ternura, inteligencia, solidaridad, aspiración, valentía, coraje, sinceridad, amante, eterno, acuerdo, paz, sentimiento, salud.
Pero por sobre todas existe la palabra que más me gusta, la que lo mueve todo, y nos lleva a hacer que lo imposible se vuelva posible, que nos embriaga y nos transforma, que nos conduce por las sendas del milagro, y esa no puede ser otra que AMOR, con mayúsculas, en cursiva , subrayada, y en negritas.
Me gusta que ella se califique con el adjetivo correcto, que se le ponga a su lado un sustantivo amplio, o que magnifiquemos su contenido. Que sea amor humano, divino, fraterno, a la Patria, a los ideales, al trabajo, a los valores.
Alguna vez quiero escribir con palabras que no tengan olvido
Que caminen solas
y sepan el camino.
Que sean livianas
y su peso me eleve al infinito.
Alguna vez, alguna vez,
borraré lo que he escrito y
dejaré que se perpetúe el silencio.

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