lunes, 2 de junio de 2008

Los números y las palabras




Nuestro cerebro, ese maravilloso órgano, no vino con un manual para su mejor utilización. Es a nosotros a quienes corresponde darle el mejor uso y explotar al máximo sus capacidades. Esto no es tarea fácil.
Durante mucho tiempo se dio como premisa cierta que el cerebro estaba dividido en dos hemisferios, según las capacidades que manejaba. Así el lado izquierdo se definía como frío y lógico, práctico, realista, responsable del razonamiento, el lenguaje, las matemáticas y por tanto especializado en secuencias.
El hemisferio derecho era el artístico y el creativo, con un desempeño global y paralelo, apropiado para reconocer patrones y visualizar imágenes.
Hoy en día se reconoce que la cosa no es tan sencilla, y que más que una división estricta, se sabe que una función básica, puede poner en ejercicio varias áreas diferentes.
Dentro de este contexto de las funciones de cada uno de nuestros hemisferios, se pudiera hacer un aparte e imaginar que algo tan diferente como los números y las palabras, están sin embargo en conexión.
En lo particular estoy desde tiempos inmemoriales peleada a muerte con los números y todo lo que se relacione con ellos. Me siento incapaz de retener más de seis cifras, hacer simples operaciones matemáticas sin la consabida calculadora e incluso memorizar números de teléfono o cuentas bancarias. Estoy convencida que es producto de la falta de ejercicio mental, pero el reconocerlo no mejora mi rendimiento sino pongo en práctica los ejercicios para ello y aflojo las tuercas que me mantienen atada a ese temor a los números.
Por el contrario, he sentido desde siempre, una fascinación con las palabras desde las más simples hasta las más rebuscadas. Conocer su significado, oír la cadencia de su entonación cuándo se pronuncian. Ellas me sirven tanto para relatar historias intensas, coloridas, dramáticas o raras, como para fijarlas en la memoria sin mucho esfuerzo.
Es así que hasta tengo un cierto ordenamiento a la clase a la cual pertenecen unas palabras. Las hay del tono dulce: amor, amistad; áspero: revolución, guerra; critico: pobreza, enfermedad, traición; las inolvidables: beso, amor.
Las universales, esas que no necesitan ni adorno, ni explicación, porque se bastan a sí mismas: Paz, confianza.
En el libro que recién adquirí de Brian Clegg sobre Poder mental al instante, hay un ejercicio para relacionar y conectar palabras con los números. Así cada número refiere una imagen (palabra), de manera que cada vez que vemos el número vemos a su vez la imagen con su palabra. Como ejemplo el 1 será un poste telegráfico, el 2 un cisne, el 3 pechos y así sigue.
Se trata entonces de hacer historias, dibujar los ítems y reforzarlos con la imagen (palabra). De esa manera y con práctica los números se fijarán en la memoria. Al comienzo se utiliza la historia para recordar, después ésta desaparecerá, pero la cadena de números permanecerá en la memoria.
No lo he practicado, pero pienso que la parte que más me gustará de ese ejercicio será el crear las historias, cada una asociada a un número y tantas como situaciones se me puedan ocurrir.
Y es allí, donde de seguro, quienes volverán a ser las estrellas serán las palabras, sin ellas no puede haber asociación de ideas, ni relatos, ni la fantasía para crear las imágenes. Los números sólo serán el pretexto para hacer lo que más me gusta: contar o relatar historias. Sé que ellas quedarán vivas aunque olvide algunos números.
Los números que estoy segura no puedo, ni se deben de echar al olvido son los de 500 homicidios,durante el mes de mayo, sólo en Caracas y el Estado Vargas; un barril de petróleo a más de 100 dólares y aún tenemos niños en la calle; una cesta alimentaria a Bs. F 1.275 contra un salario mínimo de Bs .F 799,23, el cual por supuesto no alcanza sino para comprar el 62% de lo necesario.
Razones más que suficientes para quedarme con las palabras y si son de las que me entran por el corazón, mucho mejor.

No hay comentarios: