sábado, 23 de agosto de 2008

Un día más aferrado a la esperanza


Día jueves siete de enero.
6.30 a.m.

Cosme Casares no esperó el segundo toque del despertador. No era necesario. Durante las dos últimas horas no había podido dormir, así que al oír el timbre fue más que una alerta, un alivio. Se levantó y al igual que siete meses atrás, y siete meses más y durante los dos últimos años se dijo a sí mismo que las cosas iban a mejorar. Que hoy sería el día, ese que ha venido esperando durante largo tiempo.

7.45 a.m
Recogió los últimos papeles de su mesa de trabajo, los metió en su maletín; esa especie de caja de Pandora que contenía dentro del cuero gastado, su última esperanza en forma de proyectos y planes para la conservación ambiental.

8 a.m.
La estación del metro todavía estaba congestionada. Se formaban grupos de individuos diversos; todos en apariencia con un propósito definido: ir al trabajo, a clases, quizás a una reunión de negocios o a realizar algún trámite. Los observó al igual que muchas veces. Podía oír a ratos, partes no entendibles del todo de sus conversaciones.

Entonces pana, y la jeba que ¿Cayó o todavía se te hace la dura?-decía un adolescente con la cara llena de acné.


Si es que el desgraciado de mi jefe piensa que-—comentaba la chica de falda ajustada y senos que se peleaban en la estrecha camisa.


Yo te lo digo, no es por nada si no para que tengas presente que....—-aconsejaba la señora de moño canoso y varices como carreteras azules.

Un mundo a su alrededor que le era ajeno. Si tan sólo pudiera tender un hilo aunque fuera delgado y conectar su realidad con éste que le negaba su regreso a todo lo que había tenido: Una casa, su esposa, sus hijos.
A la salida del metro el sol le calentó su incipiente calva y le dio de lleno en la cara, donde pequeñas arrugas empezaban a marcar su piel morena. Respiró fuerte y el recuerdo de las palabras de la Sra. Consuelo, la Secretaria del Ministro, le dio ánimo para continuar su caminata.

Sr. Cosme, vengase el próximo jueves. El miércoles hay reunión de Directores con el Ministro y su proyecto está en la Agenda. De seguro habrá buenas noticias.

8.45 a.m.

— Buenos días Sr. ¿Tiene cita?
La pregunta ya le suena conocida. No hay manera de hablar con la Sra. Consuelo, si no se tiene cita.

La Sra. Consuelo no ha llegado todavía. Si la va esperar siéntese allí, debe estar al llegar. La voz sonaba mecánica, como salida de un teatro de marionetas.
Cosme se sentó al igual que muchas veces en el asiento que da frente al enorme ventanal, lejos del resto de los otros que hacían antesala. No quería empezar ninguna conversación y además así al menos podía, mientras durara la espera, contemplar la ciudad con lo que de ella quedaba de los techos rojos; sustituidos ahora por edificios que lucían ausentes, en comparación con la ajetreada vida del entorno. A lo lejos, la silueta del Ávila imponente le estremeció y llenó de energía. Las nubes que la envolvían no le hacían sombra, sino alumbrar la confianza de que las mismas, al clarear el día, le servirán de corona.
Observó las revistas colocadas al descuido sobre la mesa y pensó: las mismas desde hace mucho tiempo. No tenía ninguna esperanza de que hubiera algo nuevo que leer y así lo apartaran de ese entorno. Eran las mismas ajadas y releídas noticias. La próxima vez vendría con un libro o el periódico. No, pensó, hoy será el día. No habrá una próxima vez para esta interminable espera.

Dos años atrás, era el respetado Director de Educación Ambiental y Ecológica para la Conservación de los recursos naturales renovables y no renovables. Ese largo titulo le garantizaba la estabilidad económica, la seguridad de su familia y la permanencia con él de su mujer e hijos.
Con cada día vivido desde que lo obligaron a renunciar a su cargo, ha retado a su voluntad. Ha sido una prueba para su constancia. Ordenar sus ideas, convertirlas en proyectos, plasmarlas en el papel y hacer largas antesalas en oficinas atestadas de gente qué como él, busca, sueña. Cosme Casares tiene la esperanza puesta en que alguno de los proyectos que ha presentado sea aprobado, a pesar de esa burocracia, de la cual él también en algún momento formó parte.

10.45. a.m

Una mujer, bastante joven todavía, entra a la oficina; habla con la recepcionista y después toma el asiento vacío junto a él. El aroma de su perfume lo envuelve aún antes de que ella se siente. Cruza sus piernas varias veces, de uno a otro lado, hasta encontrar acomodo en el sofá algo hundido por el constante uso.

—-¿Tiene mucho rato esperando? Se dirige a él con toda confianza, como si esperara una respuesta, pero no es así. Continúa hablando, ahora con la voz un poco más baja.

Esta es la segunda vez que vengo esta semana y la verdad es que ya me estoy cansando. Tanto esperar, para que al final las cosas no caminen en el sentido que uno quiere. Figúrese Ud. que yo soy Arquitecta y tenemos en la Compañía en la cual trabajo, un proyecto casi aprobado desde hace dos meses, pero no terminan de dar la orden para el pago del adelanto. Ya ésta es la última diligencia que vamos a hacer, sino renunciaremos al proyecto. Así no se puede trabajar. Es como un irrespeto para el tiempo y el trabajo de uno. Somos profesionales y nos tratan casi como pedigüeños. Esas son las cosas de este país, tienen las oficinas llenas de “amiguitos” y dejan de lado a los expertos o técnicos competentes, sólo porque no son de su partido.

— ¿Y usted? Cuénteme que lo trae por aquí.

No tuvo tiempo para contestarle. Cosme agradeció que en ese momento la recepcionista le hiciera un gesto para llamarlo con un ademán.

Señor. Acérquese por favor.

Disculpe pero la Sra. Consuelo no va a venir hoy. Yo no sabía que tomó sus vacaciones desde ayer, porqué no vine. Era el acto del colegio de mi niño y no me lo podía perder. No sé quién más puede recibirlo; ahora la única que está es la Directora General, pero ella sólo recibe los martes, previa cita. Si quiere lo anoto para una cita. Creo que debe tener cupo para dentro de quince días más o menos. Déjeme ver.....Sí, efectivamente el martes 26 a las nueve de la mañana hay un cupo. ¿Lo anoto Señor? ¿Cuál me dijo es su nombre?

Cosme Casares y sí por favor anóteme. Aquí estaré. Hasta luego Srta. Gracias.

11.00 a.m
Cosme piensa anudando una nueva esperanza a su cadena de fracasos.
Bueno, hoy tampoco fue el día. No se dio lo que esperaba, pero pensándolo bien, tampoco es que me lo han negado. Simplemente no pude hablar con la persona que tenía la información correcta, sobre como andaba mi caso. Sin embargo ahora que tengo cita con la Directora General, de seguro ella estará mejor informada. Cuando yo era Director estaba enterado de todo lo relativo al despacho así que...esperaré a ver que pasa el martes 28. Total no falta tanto de todas maneras.
Siguió caminando, era un lindo día. El cielo parecía querer estrenar todos los colores.
Al pasar se topa con vendedor ambulante y recuerda que no ha desayunado; sólo un café y además recalentado.
Por favor me das un perro caliente. —Si, también le pones mostaza y bastante mayonesa. Con todo, púes.

1 comentario:

Francisco Pereira dijo...

¡Dios, que constancia la de Cosme!, yo me hubiera ido a comer el paerro caliente con la arquitecta, aunque hablara hasta por los codos....jejejeje
Un abrazo Ile.