viernes, 16 de mayo de 2008

Mea culpa. Sin culpa


A la distancia de transcurrida casi una semana desde el domingo pasado y su celebración del Día de la madre, y con muchos más días por delante para completar el resto del año, en los cuales no se elogiará a esa figura, nos vamos a deslindar un poco de lo comercial, y aceptar que al menos ese día pasado, las madres nos sentimos libres de culpa. Aceptamos el homenaje (cuando lo hubo) y además creímos merecerlo.
Por el contrario, nuestros sentimientos pueden quedar envueltos en un mea máxima culpa, cuando se trata de la crianza de los hijos y ese desconsuelo que a muchas les entra sobre si lo está o no haciendo bien, o cuando ya resuelto el problema de la educación y los hijos están independientes, pensar que lo que se hizo fue creyendo que era lo mejor que se sabía hacer, pero se podía haber hecho todavía más eficientemente.
De las reuniones entre madres e hijos, así como de la publicidad, o las entrevistas tanto a hijos como a sus progenitoras que salen en las revistas o periódicos y las conversaciones escuchadas por aquí y por allá saco la conclusión de que la madre como tal es homenajeada, celebrada, recordada y un sin fin de…adas, sin que ello signifique sin embargo que en el fondo y detrás de todos esos agasajos no quedaron paréntesis sin cerrar. Es difícil que no haya un pero…, algo así como un reproche una veces velado, pero latente de por tu culpa.
Me refiero aquí a esos pensamientos inéditos en la mente de nuestros hijos que de una u otra forma nos hacen sentir al paso de los años culpables por omisión o por comisión.
Surgen así las ocasiones que no estuvimos a su lado en alguna de sus fechas importantes, motivado al trabajo o por ausencia física; o bien las veces que no se complacieron sus deseos, o se les negó, (sin razones aparentes), lo que creímos eran sus caprichos. Esos pequeños detalles que hemos olvidado, pero por alguna razón ellos (los hijos) no lo han hecho y por ello se han sentido frustrados y hasta castrados en sus ambiciones.
Sabemos que hay madres de madres. Existen las sacrificadas al extremo, las que no tienen vida propia sino la de los hijos; o las que incluso anteponen su relación de pareja para tener como único fin de su existencia a los hijos. Sin embargo aún a ellas, de alguna manera egoísta, algún hijo les ha pasado una factura pendiente o un pequeño inventario.
¿Qué podemos hacer con el pasado? Nada. Esa fotografía vieja que ya no acepta retoque, ni fotoshop, hay que dejarla dónde y como está: Guardada en un baúl, con las cosas que sabemos tuvieron algún significado, pero que ahora son inútiles. No importa que incluso haya alguno que apele a ella, una y otra vez, pensando que puede encontrar una manera de cambiarla. Eso no pasará.
Todos hemos sido hijos, y es posible que sin razón también hayamos juzgado, así que ahora quienes son padres deben de dejar sentir ese mea culpa y pensar en vivir el tiempo que les falta sin culpas.
Por cierto y a propósito, ayer estando en una Clínica conversé con una pareja mayor. Él de 82 y ella de 76. Padres de 6 hijos y abuelos de 14 nietos. Muy orgullosos me contaron de uno de sus hijos un médico de prestigio y otro un consagrado músico. La historia viene porque a pesar de esa extensa familia, y tal como me confesaron los trabajos que pasaron para levantarlos a todos, allí estaban los dos solos, ayudándose el uno al otro, mientras a ambos les hacían su evaluación cardiológica.
¿Quienes de su familia estaban sintiendo culpa por no estar con ellos?

1 comentario:

Níyume dijo...

Es difícil ser padres, pero ser hija también.
Beso mercuriano.