martes, 5 de agosto de 2008

CON CRUZ Y SOTANA

A las seis de la tarde, el tráfico por la autopista hacia el aeropuerto lucía congestionado como siempre a esa hora. Andréu se sintió preocupado, el vuelo en el cual venía su mamá estaba supuesto a llegar dentro de media hora y creía no estar a tiempo para recibirla.
Al fin llegó. Estaba agitado. Al entrar al inmenso pasillo, la pantalla electrónica le devolvió la calma. El vuelo 940, procedente de Lisboa, llegaría demorado en tres horas.
Ahora el tiempo le pareció demasiado largo para la espera y muy corto para ir aunque fuera hasta Caraballeda a descansar en el apartamento. Decidió buscar una revista o un libro, y sentarse en cualquier café de la zona.
Mientras caminaba en busca de la librería, los pisos policromados, flanqueados por puertas con acceso restringido sólo para los viajeros, se le venían encima. Esa profusión de rayas de diferentes colores, colocados en franjas con simétrico orden le produjo mareo.
Entró a la tienda que hacía de Kiosco de chucherías, venta de artesanía, revistas e improvisada librería. Para pasar el tiempo, se puso a hojear algunas de deporte. Luego tomó del único anaquel un libro, cuyo título le llamó la atención: El crimen del Padre Amaro, de J.M Eca de Queiros.
De pronto un ligero toque en la espalda le hace voltear la cara, al tiempo que le dicen:
— ¿Andréu, eres tú? Amigo, casi veinte años sin verte, ni saber de ti.
La figura que hablaba vestía una sotana negra, una cruz al cuello y amarrada a la cintura una cinta morada. Tenía unos gruesos lentes y lucía un bigote poblado. Al primer momento Andréu no reconoció de quien se trataba y lo demostró con la extrañeza en la mirada.
—Soy yo, Benito Salcedo. ¿No me digas que no te acuerdas de mí?
—Disculpa pero vestido así, no tenía ni idea de que...
La frase la interrumpe la entrada de tres guardias acompañados de un hombre con cara de mono enjaulado que viste una chaqueta negra y quien toma del brazo al recién saludado cura y le dice:
—Acompáñenos. Necesitamos hacer la revisión antidroga de usted y su equipaje. Y dirigiéndose a Gomes— UD, venga también.

Parte II. Reportaje

Trasladarse al aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía exige que no sólo se tomen las previsiones necesarias y concernientes al viaje, sino que además se estipule con antelación el suficiente tiempo, si de tomar un vuelo se trata. Hay que contar con que a las largas colas de inmigración, ahora se ha agregado la exhaustiva revisión del equipaje en busca de materiales explosivos o drogas.
Andréu Gomes, un comerciante de origen portugués, vio que su destino se enlazaba a una circunstancia que ni se imaginó, cuando llegó con más de tres horas de adelanto a esperar a su madre, quien debía llegar en el vuelo 940, procedente de Lisboa.
No estaba previsto para Andréu el encontrarse con un antiguo compañero de estudios que hacía más de veinte años que no veía y mucho menos que quien fuera su amigo en el Liceo J.A Ramos Sucre de Cantaura, y hasta había compartido con él la primera novia de juventud, se le presentara simulando ser un sacerdote.
Largas horas estuvo retenido Gomes, a fin de que diera las inexplicables razones por las cuales conversaba con la persona que resultó ser una mula.
La madre de Gomes también fue interrogada a su llegada, lo que le produjo una fuerte crisis nerviosa, por la cual casi termina en el Hospital.
La situación quedó resuelta pasadas las diez de la noche, con la confesión del ciudadano Benito Salcedo, venezolano, de 35 años de edad, y natural de la población El Tigre, Estado Anzoátegui. El citado vistiendo una sotana y una cruz que colgaba de su cuello, en efecto portaba más de sesenta dediles de cocaína en su estómago, listos para ser llevados a Ámsterdam. En el interrogatorio se aclaró que Andréu Gomes, no tenía nada que ver en el asunto.
El detenido Salcedo fue puesto a la orden de los Tribunales, no sin antes practicarle un lavado estomacal en el hospital de Pariata. En lo que va de año, éste es el quinto caso en el cual falsos sacerdotes o monjas son detenidos portando droga. El último y más sonado fue el de una ciudadana española que pretendía trasladar, cosidas a un doble ruedo del hábito, cerca de dos kilos de droga de la más alta pureza.

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