viernes, 13 de marzo de 2009

Mentiras y verdades...



El castigo del embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad.
Aristóteles


Hay mentiras que son más generosas que las verdades. Así cuando nos encontramos con una amiga que parece salida desde el fondo de un depósito de cadáveres y le decimos un piropo con el ánimo de levantarle la moral, o si al pasar por una esquina vemos en una vitrina exhibido un traje que cuesta lo que no podemos pagar y nos decimos a nosotras mismas: es horrible, jamás me pondría algo como eso, o si nos han invitado a cenar y la comida ha estado francamente mala y por no ofender a nuestro anfitrión hasta se la alabamos. En todas ellas está presente una grandiosidad que nos impresiona.
A veces es necesario mentir para salir adelante sin buscarnos enemigos gratuitos. Total son mentiras que no hacen daño y muy por el contrario nos facilitan la vida, nos dejan espacio para que la amargura no nos salpique y tome otro camino.
Por otra parte mentir es delicioso cuando al hacerlo avivamos nuestra imaginación, adornamos las cosas feas y les damos con ello una pincelada o una veta de dulzura, que si bien no le da una belleza plena, al menos le disimula la crueldad.
Un buen escritor es siempre un gran mentiroso. Se atribuye como propias experiencias ajenas, narrativas diversas, situaciones inverosímiles que las hace creíbles; y a través de los personajes que crea y ficciona vive con intensidad esa fantasía, esa gran mentira que es y son los cuentos, las novelas y hasta las simples anécdotas.
Parte de la habilidad para conservar las buenas amistades está en saber mentir o en disfrazar la verdad en el momento oportuno. En ser tolerantes con las ideas ajenas y ¿por qué no? en mentir un poco en el hecho de que creemos en lo mismo que nuestro interlocutor, siempre que tal creencia no vaya en contra de nuestros principios más arraigados: esos por los cuales damos hasta la sangre.
Ayer fue un día especial al poder asistir al ensayo general de la pieza teatral ART, basada en la obra de la francesa Yasmina Reza y montada por el Grupo actoral 8O. (Vale aquí la confesión de que hasta me coleé haciendo valer la condición de tercera edad).
La obra teatral próxima a ponerse en escena en los espacios de Corp Group trata un poco de esto: de saber mentir o disimular la gran verdad y de ser tolerantes en bien de la amistad.
En casi una hora y cuarenta y cinco minutos vemos como una amistad de más de veinte años se ve seriamente amenazada cuando Marco, uno de los protagonistas, personificado por el actor Iván Tamayo decide expresarle a su amigo Sergio, (Héctor Rodríguez Manrique), que el cuadro por el cual ha pagado 50 mil dólares es estrictamente hablando, sin censura previa: una mierda. Hay que aclarar que la tal “obra de arte”, es un cuadro absolutamente blanco, sobre un fondo ídem y que por lo tanto se ve totalmente blanco.
Tal afirmación, (es una mierda) hecha sin lugar a dudas, desencadena una serie de equívocos, males entendidos y reconcomios que hacen peligrar la amistad de los dos amigos. La situación se empeora además, cuando cada uno de ellos busca el apoyo en un tercer amigo común: Iván, (Basilio Álvarez), de carácter pusilánime y quien jamás ha tenido una opinión propia o tomado una decisión digna de ser aplaudida.
Esta tragicomedia nos lleva en muchos momentos a la reflexión sobre temas delicados como si la sinceridad y la honestidad al decir nuestras opiniones no están en razón inversa a mantener la paz y la cordura en las relaciones humanas.
Con un montaje muy limpio bajo la dirección del propio Héctor Manrique, y una magnifica actuación de los tres protagonistas, es altamente recomendable y como corolario final para ir por la vida sin mayores tropiezos: mientan, siempre que puedan, eso sí, sin qué con ello se dañen las estructuras, ni se pierdan los valores. No vayan por eso a llegar a los extremos de algunos políticos, que han hecho del verbo mentir un plan diario que hace que cada una de las mentiras tenga que socorrerse en otra más, hasta tiempo indefinidos…
( En la foto de Williams Marrero: Basilio Álvarez, Héctor Manrique e Iván Tamayo)

1 comentario:

Níyume dijo...

¡Qué buena noche fue esta!
Gracias a tu habilidad en la puerta de entrada, la obra resultó mejor de lo pensado